Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 18 junio, 2014
Cuando se gana, el mérito es para los jugadores.
Cuando se pierde la culpa es del entrenador.
¿Y qué sucede con el patrón?
Me decía el ingeniero Alfredo Betancourt, que después de la locura global desatada tras el triunfo de la Selección Nacional contra Uruguay, no ha escuchado, visto ni leído ningún elogio para Eduardo Li y sus compañeros federativos, ni para Adrián Gutiérrez, presidente de la Comisión de Selecciones Nacionales y sus otros miembros, por mantener el proceso.
“Si estos dirigentes no se amarran los pantalones en su momento, cuando la prensa deportiva nacional mayoritariamente pedía la cabeza de Jorge Luis Pinto, no se hubiera llegado jamás a ese partido tan completo tácticamente que se jugó frente a los charrúas”, comentó Betancourt.
Y lleva razón.
Jorge Luis Pinto es uno de los pocos directores técnicos de Selección Nacional, que en Costa Rica sobrevivió a tormentas, huracanes, crisis y resultados adversos sin ver jamás su cabeza instalada en el patíbulo y a la prensa deportiva como verdugo ejecutor.
Desde luego que para que no se presentara el linchamiento, tuvo que ver el respaldo de la dirigencia que puso oídos sordos a los gritos disconformes y confió con paciencia, prudencia, reflexión e inteligencia en el trabajo a largo plazo del entrenador.
Y en esto del largo plazo estribó el éxito para construir un partido de fútbol tan nítido tácticamente como el que se le presentó al Uruguay. Los señores Li y Gutiérrez y sus “cuates” de directorio no aplicaron la mentalidad cortoplacista que tanto daño le ha hecho al desarrollo del fútbol costarricense y permitieron que Jorge Luis Pinto PUDIERA trabajar con tiempo. La consecuencia de esa confianza, de ese respaldo se retrata en ese histórico 3-1, memorable, lúcido, inobjetable.
Subamos entonces al carruaje de la victoria también a los dirigentes que en esta oportunidad se lo merecen, sobre todo que después de esa lección de táctica que le ofreció Jorge Luis Pinto al mundo para controlar a la “celeste”, los queridos colegas que hicieron lo imposible por decapitarlo, ahora hablan bellezas de su trabajo y lo mejor, se treparon sin sonrojo con el entrenador a la ya citada carroza del triunfo.
Dirigentes, cuerpo técnico y jugadores formaron la tripleta del éxito, de manera que no suena justo desgranarla.
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