Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 20 noviembre, 2013
¡Qué partidito!
Los periodistas deportivos, obligados a madrugar por razones laborales para presenciar ese juego en Australia, deberíamos demandar a Jorge Luis Pinto y cobrarle horas sueño.
¡Qué bostezo de partido!
Australia y Costa Rica firmaron por nada y para nada un juego sin trascendencia, sin ningún sentido, pactado a la brava a falta de rivales idóneos y consecuentes y que solo le dejó al fútbol nacional además de la derrota un montón de dólares.
Ni siquiera el nuevo DT australiano Ange Postecoglou se entusiasmó con el fogueo; de pie al frente de sus desconocidos jugadores, de negro, corbata amarilla y más serie que un tsunami, apenas sonrió con el gol de Tim Cahill y al término del cotejo, felicitó uno a uno a sus discípulos y luego conversó con Pinto.
¿Y Pinto?
Expresó al final del que tenía estudiado al rival, que sabía sería un partido exigente porque los australianos venían de ser goleados y los jugadores querían mostrarse ante su nuevo timonel. Agregó que salió contento por la exigencia recibida y que a su equipo le faltó ataque.
¿Solo ataque don Jorge Luis?
A Costa Rica le faltó todo; ataque, actitud, ganas, entrega.
Fue notorio que los “consagrados” fueron a Australia a pasear, a descansar, apenas a cumplir y jugar para el gasto.
Lamentablemente y por esa disposición, no colaboraron con los compañeros no habituales en las convocatorias de Pinto, que sí deseaban “matarse” en la cancha y mostrarse, casos de McDonald, Cunninghan, Granados y no agregamos a Ariel Rodríguez y Carlos Hernández porque entraron muy tarde.
Y es que don Jorge gusta dejar portillos abiertos para la polémica.
¿Para qué convocar a “El Zorro” y darle solo 11 minutos?
¿Cuál futbolista del mundo puede mostrarse en 11 minutos?
Pero, aparte de estos detalles anexos, el partido en sí fue una completa decepción para los aficionados costarricenses, pues repitió la Selección Nacional que nadie quiere ver, sin alma, sin ataque, modesta y limitada y nunca apareció, ni por ratos, el equipo vibrante y bravío que arrolló a Estados Unidos y México en el Estadio Nacional.
Ganó Australia porque fue mejor, porque mostró futbolistas de respeto como Neill el capitán, Bresciano un calvo con sentido en la cintura; Kruse, un diez de calidad y Milligan, ariete de alto calibre.
La verdad que este partido se puede archivar y que los historiadores lo borren de las estadísticas. Que digan que nunca se jugó.
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