Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 15 octubre, 2013
Si el partido contra Estados Unidos fue calificado en su momento como de revancha por los sucesos de Denver, el de hoy frente a México debe tener idéntico propósito.
Los seleccionados no deben esta noche buscar revancha por lo acontecido con la tormenta de nieve, porque el rival nada tuvo que ver en eso. Deben hacerlo para congraciarse con los seguidores de la Tricolor, que se sintieron irrespetados por el indecoroso desempeño de ellos en San Pedro Sula.
Con su desganado y apático juego frente a Honduras, la Sele de nuevo rompió la luna de miel que mantenía con su legión de seguidores. Es hora de retornar a los besos y abrazos.
Desde luego que los costarricenses deseamos y anhelamos una presentación viril, brillante y decorosa como la plasmada la noche mágica ante los estadounidenses.
¡Qué más quisiéramos que ir ganándole a México 2-0 en los primeros diez minutos!
Pero, no importa cómo se dé el desarrollo del partido, jamás la Selección Nacional debe presentarse con la falta de sangre que exhibió esa aciaga tarde en el infierno de Sula, escenario donde finalmente no los cocinó el calor, sino la propia apatía.
Si México quiere ganar, que le cueste, pero para que cueste, hay que aportarle vitalidad, deseos, vergüenza deportiva y hormonas al juego.
A Jorge Luis Pinto hay que recordarle que los costarricenses odiamos partidos como el de Honduras, porque un seleccionado mundialista no puede presentarse en ningún estadio del planeta a jugar un partido sin hacer un solo remate directo al marco.
Esto resulta vergonzoso, máxime analizando la nómina del seleccionado tico, repleta de figuras que juegan en ligas europeas, donde por más bajo nivel que presenten, no se dan partidos con esas características futbolísticas tan mezquinas.
Como lo escribimos en el Semanario Universidad esta semana, si Costa Rica pretende ir al Mundial en Brasil a jugar como lo hizo frente a Honduras, mejor que se quede en casa.
Contra México esta noche, la Selección Nacional no tiene nada que perder, pero sí mucho que ganar.
Si juega con huevos, alimento que en San Pedro Sula dejó en el hotel, es más probable que gane el partido; aumentan las posibilidades aritméticas de que México quede eliminado o con pasaje directo al repechaje y lo más relevante, se volvería a esa comunión excitante y contagiante con los seguidores del equipo de todos, contaminada hoy por la pobre presentación en Honduras.
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