Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 20 mayo, 2013
A como entró el Cartaginés en el segundo tiempo, no sé cual equipo costarricense podría pararlo.
Solo a lo interno del equipo saben qué sucedió en el vestuario, porque Javier Delgado no es de regañar a sus jugadores, aparte de que no había que increparlos de nada.
En el primer tiempo solo el error del portero Luis Torres desentonó en el trabajo global del cuadro azul, de manera que el cambio “hormonal” que mostraron los futbolistas brumosos de un tiempo al otro, se debe achacar a un tema emocional, de motivación, en el sentido de que solo quedaban 45 minutos para no lanzar una brillante temporada por el cajón de la basura.
Herediano nunca le puso ganas al partido; jugaban un partido más. No una final y esto debe llamar a revisión de parte de la administración del club. Jugadores desganados y desconocidos, sobre todo tres: Cristian Montero, Yosimar Arias y Yendrick Ruiz. Aun jugando con desgano, se encontraron un gol gracias al error de Torres y menos que apuraron las acciones.
Fue cuando los agarraron con las manos en la masa.
A la falta de “interés” para ganar el partido de su rival, el Cartaginés, todo lo contrario le imprimió un fervor a la causa que envolvió las escasas ilusiones del Team por apoderarse del primer partido de la final y los borraron del mapa.
El segundo tiempo del Cartaginés fue mágico; apoteósico, porque los tres goles llegaron con acciones que anticipaban que el balón podía ir a la red y terminaron en los cordeles, lo que provocó el delirio y la locura en las gradas del Fello Meza, donde, como ya lo escribimos, los gritos que pasaron del corazón a la boca parecieron poner fin a 73 años de frustración brumosa.
Ahora, falta el segundo tiempo de la final y frente a la delantera más efectiva del campeonato, un par de goles se pueden sacudir en cualquier momento, de manera que el Cartaginés no puede cantar victoria, solo que tiene el título más cerca que nunca.
El empate de Johnson, la ventaja de Castillo; el puntillazo del Chiqui, cada gol acercó más a los brumosos a la corona, pero faltan 90 minutos en Heredia, donde el escenario se pintará de rojo y amarillo y el azul se quedará en casa a mirar, sufrir y quizá estallar en gozo a la hora final.
Cartago vive; está más vivo que nunca, pero el Team acecha dispuesto al zarpazo que podría romper miles de almas e ilusiones.
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