Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 12 diciembre, 2012
Pocos días después de que Daniel Casas firmó como técnico del Saprissa, comentamos que si los jugadores no lo boicoteaban, podía tener una buena temporada con el equipo. Al final de cuentas, no fueron los jugadores los que no lo respaldaron: fue la afición.
En ningún momento de la campaña, ni en las mejores rachas cuando sumó varios partidos sin perder, el charrúa contó con el apoyo de los seguidores morados, que no le perdonaron dos cosas: la primera, totalmente incomprensible y muy peligrosa: no ser de riñón morado. La otra más válida: el equipo solo por ratos jugó muy bien.
Muy pocos entrenadores en el mundo en cualquier disciplina deportiva, son separados de una institución o se ven obligados a renunciar por algún disparate verbal pronunciado por ellos mismos, con un 60% de rendimiento favorable.
Lo hemos repetido hasta aburrir: los números de Casas en el Saprissa fueron muy buenos; el rendimiento del equipo en la cancha, medroso, aburrido, sin picardía, no propio de los antecedentes de este club, acostumbrado a atacar y a atacar y hacer valer su territorio.
Pero no fue con Daniel que al Saprissa se le irrespetó su cancha; eso viene de atrás; hace mucho rato que los rivales del equipo morado perdieron el temor a jugar en La Cueva del Monstruo.
En todo caso, no me interesa convertirme en defensor de oficio del suramericano; lo aprecio muchísimo; él y su familia me atendieron a cuerpo de rey durante mi larga estancia en Montevideo en la Copa América ganada por Uruguay en 1995 y puede que no haya sido equitativo en mis Notas.
Si el propio Casas a la hora de explicar los motivos de su renuncia, le dice a la prensa que no pudo armar un equipo que jugara bien al fútbol, nada más tenemos que agregar por acá en su defensa.
Eso sí, la dirigencia del Saprissa, ese Horizonte Morado que todavía no mira el sol, debe tomar nota del extraño comportamiento de esa masa anónima que llena las gradas y que destroza antes de comenzar a trabajar al técnico más pintado.
Juan Manuel Alvarez y Daniel Casas pagaron demasiado caro el simple hecho de no ser de la casa; a Guimaraes lo fulminaron por enfrentar al ídolo de la Ultra, Alonso Solís.
Pareciera que es la Ultra la que está quitando entrenadores en el Saprissa a ritmo de rechiflas, gritos desaforados y tambor. Este entorno obliga a la jerarquía del club a seleccionar al sustituto de Casas con extrema precaución.
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