Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 14 febrero, 2008
¿Qué tiene que ver el partido de ayer entre la Universidad y el Saprissa con el bajo rendimiento de la Selección Nacional?
Mucho. Yo diría que casi todo.
Saprissa se presenta ante la UCR con siete jugadores que se pueden catalogar entre los asiduos titulares de la Selección Nacional: Núñez, Drummond, Cordero, Badilla, López, Centeno y Gómez.
Es un partido más de campeonato.
Saprissa mete un gol apenas en el minuto dos, congela el partido para cuidarlo y cuando el rival le empata, mete el acelerador y gana.
La historia es vieja y repetida.
La base de la Selección luce sobrada en el campeonato de papel y los futbolistas siguen gane que gane con el mínimo esfuerzo. Entonces, cuando llegan los partidos de verdad, no estos de mentirillas, acusan la diferencia.
En estos juegos nuestros seleccionados no pueden meter los goles cuando les da la gana o con solo apretar un poco el acelerador, dada la poca resistencia del opositor. Nada que ver.
Normalmente en las grandes citas de nuestra tricolor, en los partidos de fogueo previos a la eliminatoria, en estos y luego en los mundiales, los futbolistas de la Selección se quedan sin respuesta y sin reacción cuando tienen el resultado en contra. Se muestran y se sienten inmensamente superados por los jugadores contrarios.
Ayer en el Estadio Nacional, la pura verdad los jugadores del Saprissa ni se despeinaron.
¿Qué presión de juego o qué dificultades pasaron en el encuentro los tres defensas centrales de los morados, Jervis, Cordero y Badilla que también lo son del seleccionado?
José Luis López tranquilo; Walter Centeno corriendo lo mínimo, entrenando los tiros de esquina para ver si anotaba el olímpico; el 10 de la Selección Nacional juega cómodamente. Recibe, camina, pasa, se la devuelve a López; se la abre a Núñez; va y cobra un tiro de esquina, y otro, y otro. Nadie le muerde la pantorrilla; nadie le quema el tobillo, nadie le juega en la nuca, nadie le pone el olfato propio en su nariz y el 10 de nuestra tricolor, el hombre bujía, el futbolista motor, el que debe echarse a la “sele” encima, se luce en nuestro campeonato jugando a un tercio de máquina.
Pero después…
En los partidos de verdad…
Y lo que sucede no es culpa, ni responsabilidad de Walter, ni de Víctor, ni de Jervis. Pero tampoco es culpa de Medford.
¿Estamos claros o no?
Lo que no sirve es el sistema; el sistema está obsoleto y mientras no se acuerden medidas radicales, revolucionarias y transformadoras en busca de un campeonato nacional competitivo, duro, en el que cueste sudor y sangre ganar el título, seguiremos cuesta abajo, así como lo marca el inoperante ranking de la FIFA que tampoco para nada sirve.
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