Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 18 diciembre, 2007
La poca calidad de nuestro fútbol actual quedó retratada en los cuatro partidos de los juegos semifinales del Torneo de Invierno, todos ellos en conjunto una oda al soporífero, si se supone compitieron cuatro de los mejores equipos del campeonato nacional.
Saprissa y Herediano, los finalistas, son junto a la Liga, base de la Selección Nacional, y Brujas, un invitado que igual en su corta trayectoria en el fútbol mayor, también le ha aportado a la tricolor varias de sus figuras, casos de Alvaro Mesén, Ricardo Harris, Berny Peña, Danny Fonseca, Rodolfo Rodríguez, William Sunsing y otros por ahí.
La crema y nata de nuestro balompié ofreció a los espectadores cuatro partidos de dormitorio, de esos que para resaltar una jugada que haya valido la pena se debe hacer un alto en la memoria y recordar y recordar y recordar…
El golazo de Marvin Angulo fue la mejor acción de los enfrentamientos; el prometedor sub23 le pegó a la bola como los dioses, como debe ser; su remate fue perfecto.
También tuvo excelente ejecución el remate de Alejandro Alpízar para vencer a Wardy Alfaro en el juego de ida en Alajuela. Aun sin marca, el balón le quedó al artillero demasiado elevado, de manera que la forma en que enganchó la pelota en las alturas, fue una demostración de muy buena técnica.
Bien por Alejandro cuando se llevó con agallas la marca de Pablo Nassar y centró preciso paralelo a la raya de sentencia, obligando a Pablo Salazar a un despeje agónico a lo que salga, que puso la bola en bandeja a Ronald Gómez para el 1-0 en casa.
Excelente el remate de cabeza de Víctor Núñez para empatarle al Saprissa. Así es como se cabecea, hacia abajo y no para arriba, como lo acostumbran la mayoría de nuestros jugadores.
Presencié los dos partidos entre Herediano y Brujas; un gol en más de 200 minutos de juego y pocas intervenciones apremiantes de los porteros: Ricardo González y Carlos Díaz.
Si se compara el ritmo de juego entre florenses y hechiceros, con la vibrante y apasionante final de la Copa Suramericana entre el Arsenal de Argentina y el América de México, donde se dieron en 180 minutos de acción ocho goles, fútbol de ida y vuelta, atrapadas espectaculares de los arqueros, fútbol caliente con las lógicas expulsiones, final de sabor que empalagó de fútbol a los seguidores y críticos de los dos equipos y de los dos países, repito, si comparamos lo exhibido por mexicanos y argentinos con nuestras dos semifinales, ratificamos nada más la enorme distancia.
Y después miramos al Pippo Inzaghi repleto de oportunismo, letal en sus remates, crucificar con el Milán al Boca Juniors, ya en un nivel superior al suramericano y nos duele mucho constatar aquello de fútbol artesanal, eso sí, pagado como si fuera de altísimos quilates.
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