Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 21 noviembre, 2007
La llamada de atención de Hernán Medford a los futbolistas de la selección sub23 es bien merecida; ya sea porque se los tragó el ambiente (curioso porque cuentan que el Mateo Flores estaba vacío); les quedó grande el uniforme; se asustaron con el 1-0 en contra; se escondieron; subestimaron al rival después de golear a Nicaragua o por lo que sea, la regañada del técnico a sus discípulos la sentimos correcta y no como excusa del entrenador para lavarse sus manos.
No vimos el partido porque a su hora asistíamos al Morera Soto a dar cobertura al Alajuelense-Carmelita, sin embargo no hacía falta mirar el juego para comprobar las razones de Hernán.
Se dan muchos detalles en el entorno de estos jóvenes futbolistas, para saber que la “trapeada” de su técnico es correcta.
El primer gran detalle lo notamos en el partido contra Nicaragua; los únicos goles que nuestras estrellitas preolímpicas celebraron fueron los tres primeros; en los otros seis ni volvieron a ver a sus autores, señal de grandeza, de soberbia, de falta de humildad ante un rival pequeño.
La falta de celebración de seis de los nueve goles que Costa Rica le metió a Nicaragua, si se analiza correctamente es una señal de grandeza, de ego inflado de un grupo de futbolistas que jugaron solos y que metieron goles desde todas las distancias y gustos. Incluso, se puede tomar este detalle como un irrespeto al equipo pinolero.
¡Sí son tan mediocres, tan malos, cómo vamos a festejar nuestras conquistas!, se habrán dicho nuestros fulgurantes astros veinteañeros conforme aplastaban al rival de turno.
En el siguiente partido contra Guatemala, apenas los apretaron y presionaron un poquito, desaparecieron.
Un grupo humilde de futbolistas, no agrandado, hubiera celebrado igual el gol uno que el nueve; la fiesta del gol, el abrazo, la pira humana formada en cada conquista es señal de unidad, de alegría, de compañerismo, de fe en el futuro.
Dice Hernán Medford que su equipo se escondió ante Guatemala; lo que no vimos oculto los costarricenses en el vuelo de regreso de los derrotados, fueron los aretes, los rizos, la ropa de marca y los modernos peinados de los ya famosos y hasta millonarios futbolistas a los 20 años de edad, porque los exagerados de sus dirigentes les entregan sin costo alguno toda la felicidad material en sus manos.
Un futbolista costarricense común y corriente, poseedor de todas las carencias típicas de nuestros jugadores, ayuno de los más elementales fundamentos del juego, que a sus 20 años de edad ya recibe de sus clubes salarios con seis ceros a la derecha, no tiene hambre de nada y sin hambre, sin tener que luchar por lo que cuesta, es imposible visualizar una actitud y vocación de triunfo. El cielo solo se disfruta cuando se ha vivido en el infierno. Se los digo yo.
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