Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 31 agosto, 2007
Lo mismo de siempre.
Nos meten un gol y estamos eliminados. Capacidad de reacción, cero.
Lo mismo de siempre.
A duras penas clasificamos a una segunda fase solo para chocar otra vez contra ese histórico techo que son los octavos de final, y ayer en el Mundial Sub17 de Corea del Sur no fue la excepción.
También lo vivimos en el Mundial Sub20 en Canadá, donde salvo en el último partido contra un limitado equipo escocés, ante Nigeria y Japón, selecciones mucho más competitivas, bastó una anotación para dejar fuera de la justa a un equipo de Geovanny Alfaro impotente en ofensiva.
Ayer fue más de lo mismo. Ingenuidad atrás e inoperancia adelante. Cierta retención de balón en algunos momentos, pero sin profundidad, igual que todas nuestras selecciones en todas las categorías.
Según nuestros comentaristas televisivos Costa Rica no lo hacía tan mal, pues los ches no se aproximaban gran cosa a los predios del portero Leonardo Moreira, pero si nos fijamos bien, antes de su primer gol, el anotador del doblete, Gastón Sauro, ya había pescado dos centros dentro del área tica que sinceramente debieron terminar en la red.
Si somos realistas, Argentina nunca apretó el acelerador, porque no quiso, porque no hacía falta. Bastaba con esperar las opciones de táctica fija, pues Perú ya había desnudado en el ocaso del partido anterior las deficiencias de nuestra zaga en los balones aéreos.
Después a los gauchos les bastó con cerrar filas para dejar en evidencia lo mismo que demostraron nigerianos y japoneses en Canadá: No tenemos capacidad de reacción, no hay virtuosidad ni individual ni colectiva para hacer sentir un verdadero vendaval contra la puerta contraria.
Así como la juvenil contra Escocia, esta sub17 tuvo sus cinco minutos de gloria en el cierre ante Corea del Sur, cuando aprovechó la caída física de los locales para marcar dos goles, pero en los partidos decisivos, frente a Perú y Argentina, se mostró insulsa en ataque. Es la verdad.
Supuestamente obligado a ejercer presión contra la puerta de Ojeda, en el segundo tiempo el “Puro” Ureña ensayó cambios ofensivos. Y, no obstante, el portero argentino guardó el uniforme sin ensuciarlo siquiera con una gota de sudor.
Una selección sin laterales capaces de finalizar es un ave sin alas, y esta carencia la ha sufrido nuestro fútbol desde hace muchos años, cuando Marvin Obando y Enrique Díaz sí concluían sus expediciones por izquierda.
Ya cansamos diciendo como Harold Wallace, Roy Myrie y Leonardo González son ejemplos de cómo nuestros laterales suben, llegan y nunca pasa nada. Centran y nada. Tiran y nada.
Pues esta sub17 del “Puro” nos da la misma sensación. Jordan Smith es otro Wallace, sube sin ton ni son, no resuelve sus incorporaciones; a Jessy Peralta se le ve un poco más de resolución, mas todavía no la suficiente.
Y que no nos salgan con las frases de cajón de siempre: “Esto es un gran aprendizaje”. Desde la década de 1980, cuando comenzamos a clasificar a mundiales, estamos diciendo lo mismo.
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