Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Jueves 11 junio, 2009
¿Cómo puede convertirse un ser humano roto emocionalmente en director técnico, que es una profesión para maestros?
¿Cómo un tipo absolutamente desorientado en su vida personal, puede ser orientador?
¿Cómo millones de personas inteligentes y cultas se cierran y ciegan y hacen dios a un ser humano, desequilibrado mentalmente.
Comprensión y hasta pena para el fanático ciego.
Pero…
Miles de miles de personas cultas, inteligentes, de alto nivel académico, educadas, pensantes, arrodilladas ante este ídolo del fútbol, que borró con su conducta y comportamiento fuera de los terrenos de juego, prácticamente todo lo que dibujó adentro.
Y no por su adicción, que muchos caímos en ella.
No, no se le debe rechazar por ser o haber sido adicto; en este renglón lo que urge es ayudarlo; es por lo que dice, lo que hace, lo que apoya, de lo que reniega, lo que ejemplariza, lo que destroza y hace sufrir con sus palabras, sus declaraciones, sus hechos.
Que ignorantes le edifiquen una iglesia, pasa; que se le venere por un título mundial que ganó casi él solo para su patria, vale; que se le rinda pleitesía como genio del balompié, de acuerdo, pero multitudes enteras no deberían idiotizarse e hincarse sin razón, ante un hombre tan extremadamente frágil, tan sin dios, tan al garete, tan sin tener de quién agarrarse.
Por una corona que ganó a punta de genialidades y gracias a su zurda prodigiosa, le perdonaron todo; sin embargo, al mismo tiempo que esconden sus errores, sus malos pasos; los dolores que causa a sus seres queridos y que estos perdonan porque lo aman, lo encumbran a posiciones que no debería ocupar jamás, porque no está capacitado para cumplirlas con responsabilidad, pero que se las entregan únicamente por su nombre y apellido.
Todos somos imperfectos; todos somos humanos; esto no es un juzgamiento, ni un linchamiento; simplemente una reflexión de cómo se equivocan los hombres y los países y cómo ponen una venda en sus ojos para no estudiar, ni analizar la realidad.
Personajes tan maravillosos, tan motivantes, tan carismáticos como por ejemplo, Jorge Valdano, nunca se atrevieron a enfrentarlo, cuestionarlo, criticarlo, no para destruirlo, sino, lo contrario, para ayudarlo.
Un país entero lo convirtió en dios y en el campo donde el genio se desenvuelve, lo llevó, sin merecerlo, al punto más alto: director técnico de su seleccionado mayor.
Un equipo que debería jugar solo, por la calidad de sus integrantes, navega en las aguas tumultuosas y turbulentas que precisamente retratan la vida de su hoy mentor.
Personalmente nunca le perdonaré que me haya quitado todo mi amor y toda mi pasión por la selección de Argentina, de quien fui ferviente seguidor. Hoy, cuando la veo dirigida por ese dios de papel, no vibra mi alma, ni mi corazón.
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