Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 02 junio, 2009
¡Qué rico se la tiran!
Definitivamente son los profesionales de moda.
Leímos la semana pasada que Fernando “El Niño” Torres renovó su contrato con el Liverpool y va a ganar ¢101 millones por semana.
Y es de los más baratos entre la elite.
Italia 90 metió de cabeza a nuestros futbolistas en ese ambiente y casi 20 años después, si bien es cierto ninguno gana como el delantero español, para nuestro medio no anda nada mal la cosa.
Si comparamos el salario de don Guillermo Zúñiga, excelente Ministro de Hacienda, que hace malabares todos los días para manejar los “pesos” y que la bendita crisis no nos ahogue, con el del capitán de la Selección Nacional, don Walter Centeno, que hace malabares para dejar botados a sus rivales y el país vibre de pasión, hallaremos todos una diferencia notable a favor del futbolista.
Además, a don Guillermo, por más apuesto que parezca, no se le va acercar ninguna modelo “siliconeada” para brindarle ratos largos de placer a cambio de billetera. En cambio, a los colegas del “Paté”, les sobran las nenas.
Claro, ganan más que nuestros ministros.
Ahora… ¿será verdad eso de que cada quien en su lugar?
Si le ponemos la camiseta número 10 a don Memo y lo anunciamos como sustituto del “Paté” para el juego de mañana contra Estados Unidos, no solo se le cae la taquilla a don Eduardo Li, sino que despiden a Rodrigo Kenton. O sea, sería una decisión de instantáneas y fatales consecuencias.
En cambio.
¿Cuánto puede durar en caerse la economía del país, con Centeno como ministro de Hacienda?
Suponemos que el desplome no sería tan relampagueante.
Debe ser por eso, digo yo ingenuamente y por muchas cosas más, que los futbolistas ganan más dinero que los ministros.
Ayer al mediodía los mirábamos por la televisión, a los de la selección nacional mayor y a los de la sub-20, en un convivio en un hotel de Santo Domingo de Heredia y nos moríamos de la cochina envidia.
Unos llegaban de Australia, de Noruega, de Suiza, de Polonia y a otros “carajillos” les regalaban a cada uno unas computadoras modernas, que los niños pobres solo las miran en la publicidad. Además, estos jovencitos preparan maletas para viajar a Egipto donde serán atendidos como faraones.
Hoteles de lujo, buena comida, nenas para los lanzados, salarios millonarios para los consagrados, viajes por todo el mundo, médicos, nutricionistas, preparadores físicos, suponemos que se lo merecen, porque ellos, cuando se ponen el uniforme tricolor, generan más de ¢100 millones en un solo partido (como el de mañana), suceso económico que don Guillermo no puede generar, a pesar de sus conocimientos académicos y temporadas enteras en la universidad.
Nace entonces la interrogante.
¿No se habrá equivocado Guillermo Zúñiga de profesión?
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