Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 29 abril, 2009
Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Preciosa canción sobre todo en la voz de la “Negra Tucumana”, Mercedes Sosa.
Los sobrevivientes de la enfermedad del alcoholismo, detenida en nuestro organismo cada 24 horas gracias al programa de recuperación de Alcohólicos Anónimos, estamos claros que cada día nuevo es un regalo de Dios porque si hubiésemos seguido tomando, hace rato engrosaríamos las estadísticas de quienes mueren a consecuencia del consumo de la droga alcohol.
Por eso, quienes habitamos nuestros propios caños y fuimos huéspedes de algunas celdas, valoramos las cosas grandes y pequeñas de cada día.
Acabo de vivir cinco días grandes en la ciudad de Nueva York, como consecuencia de la inauguración del Yankee Stadium. Quiso el calendario que fueran los Indios de Cleveland los primeros rivales de los Bombarderos del Bronx y no podíamos perder la ocasión de degustar de nuevo este sabroso postre en el banquete de mi vida.
Con mucha antelación se adquirieron los boletos vía internet y dado lo prohibitivo de los precios, compramos para los últimos tres juegos de la serie en la sección “el gallinero”, a $90 por cada partido.
Nos tocó entonces sentarnos al lado de la “ultra yanquista”, solo para comprobar que los fanáticos son iguales en todos los deportes y en cualquier estadio del mundo.
Bajarse del metro en la 161 traía en esta ocasión nuevas sensaciones; por la ventanilla del “chunche” se apreciaba abandonado el “viejo coliseo” en el que estuvimos los dos últimos años con ocasión de esta misma serie y calle de por medio se erigía el nuevo y majestuoso “Yankee Stadium”, retratando en cada ladrillo el gusto de quienes lo edificaron con un costo de $1500 millones.
La multitud ingresa apresurada; centenares de empleados de la organización con pantalón “caqui” y camisa negra, colaboran como guías y orientadores de los espectadores que visitan el monumento por primera vez. Las escaleras eléctricas nos llevan al segundo nivel; mientras escalamos nace la interrogante: ¿si compramos boletos para “el gallinero”, porque nos tocó el piso dos?.
Pronto hallamos respuesta: la ubicación resultó envidiable; tres metros arriba del “bullpen” de los Yankees, lo que permitió por ejemplo tener a Mariano Rivera cara a cara, pero, pero, pero, la zona “barata” (51.000 colones por juego), no contaba con sillas numeradas, sino que eran bancas numeradas, enorme diferencia sobre todo para las espaldas.
Quemando costillas, un día frío, otro caliente, personalmente disfruté como indio apasionado, de las 40 carreras que le metimos a los orgullosos anfitriones, a quienes les echamos a perder su juego inaugural con 10 anotaciones y también valoramos la pasión del fanático yankee y la veneración que le tienen a tres de sus figuras: Derek Jeter, Jorge Posada y Mariano Rivera, ídolos de la multitudinaria afición.
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