Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 20 abril, 2009
La vida está compuesta de dulces y amargos, esa es la gracia. Los momentos malos no lo son tanto, puesto que sirven para apreciar los buenos en toda su grandeza.
El sábado fue así. Gracias a las flechas afiladas de nuestros amados Indios de Cleveland y la paliza que personalmente los vimos darles en su nueva casa a los Yanquis de Nueva York, el grueso trago de hiel tras la eliminación prematura del Alajuelense en el torneo local de verano no fue tan amargo. Es más, incluso capaz que por eso es que vislumbramos que pronto vendrían tiempos mejores.
¿De dónde nace tan insólito optimismo? Así como la tribu viene de una campaña decepcionante en el béisbol de Grandes Ligas y eso no le impidió infligirles una apaleada histórica a los bombarderos del Bronx el sábado, el antecedente futbolístico más próximo de una Liga fracasada fue la antesala del espectacular equipo rojinegro de la década de 1980.
Así es. A finales de los 70 el equipo luchó por el no descenso y llegó Ivan Mraz no solo a salvarlo del descenso, sino a revolucionar su fútbol y el del país. Con base en un salto de calidad en las preparaciones física, técnica y táctica, Alajuelense, además de salir campeón al año siguiente, se convirtió en el amo y señor de la década de 1980.
Sus jugadores estuvieron habituados a usar las casacas rojinegra del club y roja de la Selección Nacional con la misma naturalidad y en fin, fue la época donde era realidad aquel estribillo de canción que decía “disfruta las cosas buenas que tiene la Liga”.
Qué década más buena. Alejandro González era un león que protegía su cueva con celo; Luis Raquel Ledezma daba clases de doctorado en corte y salida desde la defensa; no había necesidad de meter el bus, porque ahí estaba la locomotora Rodolfo Mills; Róger Flores, otro catedrático, y en la mediacancha basta con decir los nombres y remitirse al fútbol-arte: Oscar Ramírez, Juan Arnoldo Cayasso, Alvarito Solano, el Gato Contreras, Elías Arias; arriba, lluvia de goles con Omar Arroyo y diluvio con Jorge Manuel Ulate, ambos artilleros certificados.
Entre muchos otros, como Manotas Rojas, Bambam Porras, Tomás Segura, Chucuyo Rodríguez, Deiber Vega, Toyotilla Guillén, Gilberto Rodhen, un sinnúmero de etcéteras y extranjeros que sí valían la pena, como Fernando Sosa.
Pero poco a poco va pasando el efecto eufórico de la paliza que Cleveland le dio a Nueva York y la mente se va aclarando… En esta Liga no hay Alejandros, ni Raqueles, ni locomotoras, ni Machillos, ni Cayassos, ni Guguies, ni nada parecido a aquello, al menos por ahora.
El che Popeye no parece ningún revolucionario como lo fue Mraz y la amargura comienza a disipar la dulzura indígena del paladar, mas todavía queda algo de azúcar… A lo mejor podría estar en ciernes algo prometedor con Elías Palma, Rudy Dawson, Ariel Rodríguez, Miguel Valle, Olger Ruiz, Diego Estrada, Diego Brenes, Marcos Ureña y Giancarlo Solórzano, jóvenes que han dado destellos, quienes con continuidad y unos cuantos refuerzos de nivel a la par podrían dar un salto hacia adelante.
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