Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Viernes 19 diciembre, 2008
Si pudiéramos repasar en cámara lenta el vídeo del juego entre Alajuelense y Saprissa del pasado miércoles, observaríamos cómo al delantero Jean Carlo Solórzano le llegaron casi diez balones a su cabeza, enviados en pases largos por sus compañeros de retaguardia.
Casi todos esos balones, el ariete rojinegro los perdió de espaldas al marco de Keylor Navas y fueron rechazados por los centrales Cordero y Drummond, que llevan ventaja en la acción a la que llegan de frente.
Este es un detalle táctico que ordenó Marcelo Herrera y que llevó dividendos a las tiendas manudas, porque obligó a la zona defensiva morada a quedarse atrás y no permitirse alegrías ofensivas.
Una forma de mantener atentos y atrás a los carrileros Núñez y Michael Barrantes, fue ese constante envío de balones largos a los rapidísimos Argenis y Pablo Herrera por los costados y a Solórzano por el centro, arma táctica que la Liga no abandonó en todo el partido.
Desde el arranque vimos las corridas de Argenis por la izquierda y de Herrera por la derecha y lo complicado que se les hizo a Núñez, Jervis, Robinson y Barrantes detenerlos. Al minuto cinco ya Navas le había desviado a Pablo la primera oportunidad de gol y pocos minutos después ante la avalancha local, Jeaustin Campos ordenó que la retaguardia cambiara de posición. Núñez fue a la izquierda a topar a Herrera, Barrantes como medio de marca y Armando Alonso se abrió a la derecha. Pero, el vendaval no paró; por la derecha, Pablo y Andrés empezaron a chocar, el erizo lucía imparable y el morado, para frenarlo recurrió a doble falta seguida y se fue.
Campos suplió la ausencia pasando a línea de cuatro: Jervis, Cordero, Robinson y Michael. De ahí en adelante, Jervis se jugó un partidazo.
El pelotazo largo fue tácticamente el arma letal del Alajuelense; Montero, Castro, Ariel y sobre todo Juárez lo aplicaron los 90 minutos y fue la fórmula que preparó Popeye para saltarse lo mejor del Saprissa, su cintura.
Como el balón no rondó prioritariamente el medio campo, las estrellas moradas de esa zona no vieron mucho balón, de ahí el desteñido papel en el clásico de valores como Celso y Centeno, limitados, aparte de que tirar a Armando al carril derecho (obligado por la expulsión) y alinear a Alonso Solís de ariete (error este garrafal de Jeaustin), terminó de romper la zona más poderosa del Saprissa.
Lo táctico, para terminar la racha negativa de la Liga, entró por ahí; lo otro, el factor determinante fue lo emocional, lo anímico, la excelsa comunión entre afición y equipo, el sentimiento rojinegro en su máxima expresión.
Como lo prometió Herrera, el equipo se “mató” en la cancha, los jugadores locales no dieron una sola bola por perdida, al punto de que en la famosa “Sapri-hora”, fue la Liga la que anotó el segundo gol, que puede resultar determinante para la vuelta.
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