Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 03 septiembre, 2008
Sin ser demasiado bueno en un aspecto determinado, Luis Gabelo Conejo dominaba aceptablemente la mayoría de fundamentos de la portería y eso lo llevó al éxito.
Era un arquero completo y en aquel memorable verano italiano de 1990 jugó como nunca, y si bien no logró repetir en ningún evento posterior una actuación como la del Mundial, conservó una regularidad que le permitió ganar buenos euros en el exigente fútbol español durante varias temporadas.
Conejo no era un felino bajo los palos, pero igual les podía llegar a taponazos como el de Branco en el partido contra Brasil; no era un achicador consumado, pero se nos ponen los pelos de punta al recordar aquel mano a mano que le ganó al escocés Johnston; no tenía un enorme carisma, pero igual los zagueros manchegos le hacían caso; puñeteador en Costa Rica, Gabelo se puso goma en los guantes y en Europa se colgó de cuanta lámpara cayó en el área; no era un José Luis Chilavert, pero le pegaba bien a la pelota con ambas piernas.
Aquel muchacho ramonense, eterno “tercerón” detrás de Alejandro González y Marco Antonio Rojas, de pronto se convirtió en el portero más exitoso en la historia del fútbol costarricense.
¿Qué pasó? Mediante un curso relámpago, a Luis lo preparó el entrenador de porteros de la Roma de Italia, y el receptivo poeta aprendió a lanzarse en diagonal y no a lo largo de la línea de gol, a correr hacia delante y hacia atrás también en diagonal, a capturar en vez de rechazar, a jugar con la geometría del área y muchos etcéteras.
Entonces aquel humilde portero, flaco, alto, de minúscula pantaloneta, aquel que se embarrealaba en el Vargas Roldán y salía lloroso del Morera Soto y del Ricardo Saprissa, se convirtió en un guardameta internacional, robusto, elegante, seguro de sí mismo y altivo sin importar si jugaba en el Nou Camp o en el Santiago Bernabéu.
Gabelo era un diamante en bruto; tenía grandes condiciones, pero necesitó que un entrenador de porteros del primer mundo, de un país cuna de astros de la talla de Albertosi, Zoff, Zenga y Buffon, lo puliera y lo hiciera brillar.
¡Cómo quisiéramos tener más Luises Gabelos Conejos! ¿Por qué no contrató a un preparador italiano para que siguiera puliendo nuestros diamantes? Póngale la nacionalidad que quiera —alemán, danés, español, argentino—, lo importante es que fuera del primer mundo.
Hernán Medford fue un gran jugador de la tricolor, pero no le fue igual como seleccionador; Gabelo se lució en el Mundial del 90, pero los diamantes que ha tratado de pulir en selecciones menores no han brillado tanto como él.
Añoramos el día en que la dirigencia futbolera tome la decisión de no contratar a tantos ex jugadores nacionales en puestos de formación, de manera que los recursos se dirijan a pedagogos con currículum en el primer mundo futbolístico. Quizás así tendríamos más Gabelos.
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