Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Martes 17 junio, 2008
Algunos se equivocaron después de terminado el verano italiano de 1990. Esos que se equivocaron son los responsables de todo este desastre.
Ellos cambiaron el fútbol en Costa Rica y desde que el fútbol nacional cambió, solo ha tenido una satisfacción verdadera: la eliminatoria al Mundial de Corea y Japón, bajo la tutela técnica de Alexandre Guimaraes.
Todo lo demás ha sido una farsa, incluyendo las participaciones de Costa Rica en ese Mundial asiático y en el de Alemania cuatro años después.
El Aztecazo y la victoria de la Selección en Tegucigalpa contra Honduras, fueron los últimos alicientes de verdad que han recibido los seguidores de la tricolor.
Triunfos aislados relevantes, como la victoria contra China en Corea; dignas presentaciones como el juego inaugural en el Mundial de Alemania y otros logros pequeños por ahí en Copa América y UNCAF, son mínimos ante el monumento erigido a la catástrofe.
Cuando una nueva y pequeña generación de futbolistas costarricenses, se la creyeron de que eran idénticos a los europeos, al fútbol nacional se lo llevó el carajo.
Les copiaron todo: ropa de marca; auto de lujo; cremas faciales; cortes de pelo; como parejas (modelos) y lo único que no les copiaron, fue lo único que tenían que copiar: jugar bien al fútbol.
Pero: ¿cómo adquirir tanto lujo?
Ahí fue donde entraron en acción los que se equivocaron.
Ellos, los que se equivocaron, empezaron a pagar caprichos y lo más grave: aún lo hacen.
Lo hemos escrito mil veces.
Cuando Juan Cayasso, Luis Gabelo Conejo, Ronald González y Hernán Medford firmaron contratos millonarios en Europa, esos fichajes trasladaron al pobre, mediocre y modesto fútbol nacional una inflación que lo puso hace 18 años en ruta al despeñadero.
Entonces, el fútbol costarricense en todos sus órdenes, se metió en un círculo vicioso enfermizo y letal en el que ha muerto una y otra vez sin capacidad de resurrección.
¿Por qué? Muy fácil.
Porque no hay dinero para la capacitación.
Todo el fútbol costarricense desde sus bases hasta su primera división está en manos de improvisados y si quienes deben formar y orientar son improvisados, no puede darse otro resultado que no sea fracaso, como este vergonzoso 2-2 ante un grupo de obreros granadinos que se fueron a mejenguear en su Estadio Nacional contra un equipo de millonarios.
O, acaso no lo son.
¿Existirá en la lista de Medford un solo jugador que gane menos de un millón de colones cada mes?
Don Hernán recibe ¢2 millones netos cada fin de semana y en su trabajo lleva 12 partidos sin victorias.
Se gana algo dejándolo o quitándolo: nada.
Se gana algo trayendo otro técnico: nada.
Se gana algo variando la alineación: nada.
Aquí solo se empezará a ganar cuando alguien se atreva a liderar una revolución que haga cimbrar los enfermos cimientos de nuestro fútbol de sexto mundo, pero para lograr esto se requiere el dinero que se llevan tan fácilmente nuestros técnicos y jugadores y que cierran precisamente el círculo vicioso.
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