Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Lunes 14 abril, 2008
Reconozco que es un asunto de edad.
Pero quiero dejar abierta la interrogante para ver si es posible que mi querido compañero de colegio durante cinco años, el sociólogo Francisco Escobar, nos puede dar una explicación si el asunto viene al caso.
¿Le sirve como apoyo a un equipo, en este caso específico el Puntarenas que juega de visita en Heredia, que sus fanáticos pasen los 90 minutos del partido sonando decenas de tambores convirtiendo un juego de fútbol en carnaval callejero?
Quienes hemos tenido la oportunidad de mirar juegos de fútbol en estadios de otros mundos, aplaudimos el apoyo hermoso que dan a sus clubes los fanáticos con cánticos. En Inglaterra y Alemania esto es apoteósico. La misma Ultra del Saprissa le mete presión al rival y apoyo a sus jugadores con sus canciones desde las gradas.
Pero…
¿Qué apoyo le puede significar a un equipo que sus fanáticos suenen tambores, sonido ideal para acompañar comparsas y carnavales, pero que sentimos, no va en un juego de fútbol?
¿Qué ganan los jugadores de Puntarenas con ese ruido infernal en sus espaldas?
¿Será que es lo mismo y yo no me he dado cuenta, un apoyo con tambores que con canciones?
Lo de ayer en el Rosabal Cordero fue algo infernal para los oídos de cualquier espectador normal. Soportar 90 minutos completos, sin pausa ni tregua, el ruido fuerte y ensordecedor de decenas de tambores y “bombos” es un atentado al espectáculo y a los espectadores.
Creo que en años prehistóricos, cuando este columnista era mucho más joven, el árbitro central impedía este tipo de apoyo ensordecedor, porque puede anular el sonido de su pito y perjudicar el desarrollo normal del partido.
¿Cambiaron las reglas?
Si han cambiado los reglamentos y es permitido este ruido embrutecedor no hay nada que hacer y si los futbolistas de Puntarenas están de acuerdo y a gusto de recibir este tipo de apoyo de sus fieles aficionados, menos. Habrá que respetar el entorno.
Reiterando que puede ser un asunto de edad y a riesgo de que alguien manifieste que si no me gusta me quede en mi casa, es justo hacer ver que los periodistas vamos a los estadios a trabajar y no a disfrutar, si es que alguien disfruta con nuestro fútbol de quinto mundo, pero hacemos mención al hecho, porque fuimos testigos que decenas de espectadores presentes, ayer en el Rosabal Cordero, salieron con dolor de cabeza y aturdidos, gracias al concierto con decibeles violentos y agresivos, ofrecido por la barra chuchequera.
Como enorme contraste, la banda del Liceo de Heredia, presente en las gradas y casi a la par de la barra porteña, sí les guardó respeto al juego, al árbitro, a los jugadores y al público y tocó cuando debía tocar. Antes y durante el receso del partido. ¡Como debe ser!
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