Nota de Tano
Gaetano Pandolfo gpandolfo@larepublica.net | Miércoles 19 marzo, 2008
El Alajuelense perdió el clásico por precipitación.
Sus jugadores, ansiosos y desequilibrados emocionalmente, quisieron meterle al Saprissa cinco goles en los primeros 15 minutos y se les olvidó que solamente necesitaban uno.
La ansiedad con que los rojinegros se le fueron al rival apenas el silbatero Mario Barrantes dio el pitazo de salida, fue mala consejera.
Apenas en el minuto de juego la Liga tuvo el 1-0 a su disposición, cuando Eliseo Quintanilla se desplazó por la entreala izquierda y se superaron las marcas de Try Bennett y Bryan Jiménez. Metido en el área, el salvadoreño le hizo un servicio espantoso a Víctor Núñez quien cerraba en la boca del marco, pero la bola pasó a dos metros de su nariz.
Ansiedad y precipitación.
Precipitación tuvo el novato Ignacio Aguilar para no sellar en los cordeles del seguro y bien colocado guardameta, Keylor Navas, dos claras oportunidades de gol. Fue ansiedad lo que enseñó Pablo Herrera cada vez que se llevó la marca de Andrés Núñez y no pudo terminar ninguna de sus veloces incursiones con éxito. Hubo un instante en el juego en que Herrera remató tres veces seguidas a quemarropa, en un bombardeo que se dio en el área morada, remates todos con los ojos cerrados, sin colocación y sin sentido. El ansia por anotar envió los remates en direcciones equivocadas.
Y así podríamos reseñar otras situaciones en que la Liga se hizo presente en el área rival, alocada, precipitada y ansiosa, arrastrando los pesados elefantes que cargan sus jugadores sobre sus espaldas tras 16 clásicos sin conocer el triunfo.
Animados por el buen trabajo del equipo en el torneo de Verano en el que se encarriló no solo a la victoria sino al buen fútbol, los liguistas estaban claros que este nuevo clásico en su patio era el de la gran revancha, el que había que ganar porque se podía. El antecedente reciente le era favorable, dado que el Saprissa venía de perder con el Atlante de México después de una gris presentación.
Pero a los futbolistas manudos se les olvidó que los partidos se pueden ganar 1-0, así como lo hizo el Saprissa y no goleando, que fue la tónica que presentó el equipo desde el arranque.
Los jugadores de la Liga querían golear al Saprissa; no querían ganarle, deseaban golearlo para borrar el pasado tan contundente en su contra donde los números son ampliamente favorables al equipo monarca y por exceso de ansiedad equivocaron el camino.
El equipo de Luis Diego Arnáez no supo manejar la presión y no encontró dentro de la cancha al jugador que le bajara los decibeles al grupo, demasiado excitado, descontrolado, en exceso animado, asunto que lejos de beneficiarlo terminó por sacarlo del juego, cuando los jugadores se dieron cuenta que tanto esfuerzo no valió la pena y que de nuevo el rival, el Saprissa, a puro control y equilibrio mental, otra vez le pasó por encima.
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