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Noche mágica de Marín

Dinia Vargas dvargas@larepublica.net | Lunes 16 mayo, 2011




Noche mágica de Marín
Un desgarro lo sacó del 90% de la fiesta pero el cierre fue fantástico
Luis Antonio Marín retornó al protagonismo y a la estelaridad en el cierre del campeonato; relegado a la suplencia a mitad de temporada, decidió anunciar su retiro al final de campaña, sin saber si el cierre lo agarraría en banca o con el brazalete de capitán en la cancha.
Por su historia, su carrera, su trayectoria y para alegría de la familia manuda, finalmente se dio lo segundo. Contra el Herediano, Luis Marín retornó a la titularidad, pero un desgarro en los entrenamientos previos al juego final, lo sacó de la titularidad.
Decidido a ser actor de la final, se uniformó y calentó, pero de nuevo se resintió la lesión y fue al banco de los suplentes. Los miles de miles de fanáticos manudos que llenaron el Morera Soto, adivinaron la historia.
“El capi” jugaría los últimos minutos, pero para eso el resultado tenía que favorecer a su equipo.
El gol de Kevin Sancho puso la situación en bandeja.
Gol de la Liga, título en puertas y el líder a la cancha.
Marín entró bien perdido, jugó de volante, delantero y defensa; es más; no tocó la pelota, pero el juego terminó y de ahí en adelante, se convirtió en la gran figura de la ceremonia de premiación.
Los medios de comunicación lo abordaron y dentro de la lógica emoción del momento, Luis Antonio Marín ratificó su retiro y, orgulloso, alzó la copa del campeón.
Novena corona del defensor central; una más que Javier Delgado; nueva marca en el club.
El silbatazo del árbitro Hugo Cruz que decretaba a la Liga como el bicampeón nacional se convirtió en el momento ideal para que, por los parlantes del Morera Soto, la famosa canción del Vicente Fernández sonara a más no poder.
La frase “pero sigo siendo el rey” salió de cada una de las gargantas manudas con todo lo que su ser podía dar y es que se entregaron a la gran fiesta rojinegra y a la vez rindieron homenaje a su capitán, Luis Marín.
El juego del pólvora se convirtió en uno de los platillos especiales invitados a esta fiesta, en la que el público entonaba múltiples canciones de su equipo y los jugadores se abrazaban, brincaban y cantaban.
Por su parte, San Carlos nuevamente mostró su casta y como buen perdedor se quedó y contempló la celebración del rival.
Cuando llegó la entrega de las medallas, los aficionados aplaudieron el esfuerzo realizado por cada uno de los integrantes del equipo norteño; la mayoría fueron ovacionados, pero no podían faltar los silbidos para el pimentoso Cunningham, “enemigo de la ciudad”.
Y cuando fue el momento de los leones todo fue celebración y aplausos; luego Marín, Gabas y Oscar Ramírez alzaron el trofeo, y los papelillos y el humo además del “We are the Champions” no podían faltar.
Después la típica vuelta con el trofeo y así fue…
Todo esto solo fue el inicio de la fiesta de la gran familia manuda; el jolgorio se prolongó hasta altas horas de la madrugada.

Dinia Vargas
dvargas@larepublica.net






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