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ACCIÓN


¡No te lo tomes, devuélvelo!

| Martes 24 noviembre, 2009




¡No te lo tomes, devuélvelo!

Generalmente, cuando algo sale mal en una organización, de inmediato se desata la cacería de culpables y se emiten comentarios, juicios de valor, chismes e insultos. El peor riesgo que se corre es sentirnos tan aludidos que tomamos como personal lo que se diga, lo cual equivale a tomarnos un veneno que acabará con nuestra tranquilidad.
¿Por qué si a pesar de que usted hace un trabajo honesto, con dedicación y más allá del deber, está expuesto a recibir críticas y descalificaciones de otras personas? ¿No será que son ellas quienes sienten culpa por no haber actuado correctamente e intentan “proyectar” en usted su complicada conciencia? En ocasiones, muchos ven en otros lo que no se atreven a enfrentar dentro de sí mismos y tratan de adjudicar a los demás sus propios miedos, complejos y frustraciones. Por ejemplo, si sus relaciones con sus seres cercanos son conflictivas, no soportarán ver que otros sí tienen buenos nexos y actuarán con la intención de afectar lo que está bien.
El miedo a sí misma puede llevar a una persona a repartir a otros sus propios conflictos. Así lo plantea Miguel Ruiz, estudioso de la sabiduría tolteca: “Yo soy la excusa para que tú te enfades. Y te enfadas porque tienes miedo, porque te enfrentas a tu miedo. Si no tuvieras miedo no te enfadarías conmigo, no me odiarías, no estarías triste, ni celoso en modo alguno”.
Según Ruiz, si lo que otros dicen nos afecta, es porque a lo mejor estamos de acuerdo con algo de lo que dicen. De lo contrario, lo sabio es comprender que nada de lo que digan tiene que ver con nosotros sino con ellos mismos, lo sabio es ser inmunes a esa basura emocional o venenos, como les llama dicho autor.
Si somos comprensivos y benevolentes con quienes actúan mal, no nos tomaremos sus argumentos como algo personal. Así evitaremos sentirnos ofendidos o enfrascados en conflictos improductivos.
Incluso, cuando los miembros de una organización atacan fuertemente los errores y no las personas y se critican los malos desempeños de roles sin que nadie lo tome como personal, crecen la autoestima, el respeto y la cohesión. Pero si eso no ocurre, el ambiente de trabajo se torna defensivo, perspicaz, plagado de recelos de unos subgrupos e individuos hacia otros. ¿Se puede ganar así?
El secreto para conservar la serenidad está en dos acciones: primero, no tomar como personal algo que solo pertenece a quien nos lo quiere dar; y, segundo, no consumir “bebidas” preparadas con la amargura ajena porque contaminan nuestro ánimo. Ahora, si acaso fuimos débiles y aceptamos algunos de esos “obsequios,” entonces debemos devolverlos de inmediato con una nota como esta: “¡Perdone, pero yo alimento mi mente y mi espíritu con mis propios sabores!”.

German Retana
German.retana@incae.edu






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