Ni escudo ni corona
| Miércoles 04 noviembre, 2009
Ni escudo ni corona
Quienes advertimos hace ya muchos meses de la situación que se vivía en el mercado laboral, tenemos al menos una atenuante al mirar los resultados de la última Encuesta de Hogares, la atenuante menos grata de todas, el haber advertido a las autoridades económicas y del gobierno en general, de que sus escudos eran insuficientes frente al tamaño y la profundidad de los efectos de la crisis. Claro, es mejor hoy contar los pobres y los desempleados que haber escuchado el clamor de una Costa Rica que se divide cada día más. No es sorpresa que el escudo planteado tenga como consecuencia que hoy los ricos son más ricos, los pobres más pobres y los pobres entre los pobres —indigentes— son cada día más. Ni el escudo del gobierno, ni la corona (plan del Banco Central frente a la crisis) resultaron positivos para atenuar una avalancha de desempleo, pobreza y miseria.
No se vale salir aduciendo que a otros les ha ido peor, como si esto se tratara de medirnos frente a los demás. Claro, no a pocos les ha ido mejor con la crisis, el mercado laboral se ajustó con o sin leyes laborales flexibles. Muchos han aceptado reducir sus salarios antes que quedarse desempleados, otros tantos han aceptado empleo de menor calidad, antes de quedarse sin ocupación. Las cifras de desempleo total y de subempleo visible e invisible nos muestran un deterioro mayor del mercado de trabajo. Ya nos advertía la OIT (Organización Internacional del Trabajo) que ni en crecimiento continuo por las tres décadas anteriores, tenemos resultados positivos para el crecimiento del salario real en Costa Rica, mucho menos en época de crisis. De qué vale un buen capitán, popular y buen líder, si el barco se nos hunde.
Lo peor de todo esto es que las columnas más débiles del barco tienden a desplomarse primero. Las mujeres y los jóvenes son quienes salen peor parados de la crisis. Los resultados claramente muestran que la población más joven tiene mayores dificultades para encontrar empleo, las mujeres han sido más afectadas que los varones. Es simple, una sociedad que no genere oportunidades para todos, con equidad y con mayor profundidad en aquellos que son más débiles, está destinada a fracasar en su intento de desarrollo, ni en el 21 ni en el 50, si no vamos todos en el barco, Costa Rica no podrá avanzar hacia el desarrollo. No se trata de decir que lo que ha hecho el gobierno todo es malo, pero claramente ha sido insuficiente. Nuestros pilares en salud y educación requieren fortalecerse, pero también es necesario repensar el modelo de desarrollo. No podemos seguir pensando que es primero crecer y luego distribuir, se requiere crecer con todos y para todos.
Es claro que el negocio financiero resultará fortalecido después de la crisis, claro si lo escudamos muy bien, ahora es la tarea de escudar a los demás sectores de la sociedad. Resulta inaceptable que tengamos que volver a endeudarnos como país para gastar en salud, educación y atender a nuestros ancianos y niños. Resulta inadmisible un Estado deficitario, con una opulencia tan grande de quienes por cerca de 30 años se han beneficiado de un modelo de crecimiento empobrecedor para la mayoría. Es necesario repensar el Estado, repensar el mercado, pero sobre todo, es necesario reparar el barco. Es por eso que una reforma fiscal justa, una política monetaria menos restrictiva y sobre todo, una política social acorde con las circunstancias se desarrolle en el país en la próxima década. Necesitamos un acuerdo nacional que nos permita rescatar la Costa Rica solidaria y de progreso y oportunidades para todos, eso reclama un modelo social y económico diferente, eso reclama poner énfasis en el empleo de calidad, en la ciencia y la tecnología, en el desarrollo de nuevas oportunidades. Estos temas y otros pendientes requieren sin duda una nueva visión y acción pública, un nuevo modelo de Estado, una nueva ilusión. La tarea es hoy, para mañana es tarde.
Leiner Vargas Alfaro
lvargas@una.ac.cr
Quienes advertimos hace ya muchos meses de la situación que se vivía en el mercado laboral, tenemos al menos una atenuante al mirar los resultados de la última Encuesta de Hogares, la atenuante menos grata de todas, el haber advertido a las autoridades económicas y del gobierno en general, de que sus escudos eran insuficientes frente al tamaño y la profundidad de los efectos de la crisis. Claro, es mejor hoy contar los pobres y los desempleados que haber escuchado el clamor de una Costa Rica que se divide cada día más. No es sorpresa que el escudo planteado tenga como consecuencia que hoy los ricos son más ricos, los pobres más pobres y los pobres entre los pobres —indigentes— son cada día más. Ni el escudo del gobierno, ni la corona (plan del Banco Central frente a la crisis) resultaron positivos para atenuar una avalancha de desempleo, pobreza y miseria.
No se vale salir aduciendo que a otros les ha ido peor, como si esto se tratara de medirnos frente a los demás. Claro, no a pocos les ha ido mejor con la crisis, el mercado laboral se ajustó con o sin leyes laborales flexibles. Muchos han aceptado reducir sus salarios antes que quedarse desempleados, otros tantos han aceptado empleo de menor calidad, antes de quedarse sin ocupación. Las cifras de desempleo total y de subempleo visible e invisible nos muestran un deterioro mayor del mercado de trabajo. Ya nos advertía la OIT (Organización Internacional del Trabajo) que ni en crecimiento continuo por las tres décadas anteriores, tenemos resultados positivos para el crecimiento del salario real en Costa Rica, mucho menos en época de crisis. De qué vale un buen capitán, popular y buen líder, si el barco se nos hunde.
Lo peor de todo esto es que las columnas más débiles del barco tienden a desplomarse primero. Las mujeres y los jóvenes son quienes salen peor parados de la crisis. Los resultados claramente muestran que la población más joven tiene mayores dificultades para encontrar empleo, las mujeres han sido más afectadas que los varones. Es simple, una sociedad que no genere oportunidades para todos, con equidad y con mayor profundidad en aquellos que son más débiles, está destinada a fracasar en su intento de desarrollo, ni en el 21 ni en el 50, si no vamos todos en el barco, Costa Rica no podrá avanzar hacia el desarrollo. No se trata de decir que lo que ha hecho el gobierno todo es malo, pero claramente ha sido insuficiente. Nuestros pilares en salud y educación requieren fortalecerse, pero también es necesario repensar el modelo de desarrollo. No podemos seguir pensando que es primero crecer y luego distribuir, se requiere crecer con todos y para todos.
Es claro que el negocio financiero resultará fortalecido después de la crisis, claro si lo escudamos muy bien, ahora es la tarea de escudar a los demás sectores de la sociedad. Resulta inaceptable que tengamos que volver a endeudarnos como país para gastar en salud, educación y atender a nuestros ancianos y niños. Resulta inadmisible un Estado deficitario, con una opulencia tan grande de quienes por cerca de 30 años se han beneficiado de un modelo de crecimiento empobrecedor para la mayoría. Es necesario repensar el Estado, repensar el mercado, pero sobre todo, es necesario reparar el barco. Es por eso que una reforma fiscal justa, una política monetaria menos restrictiva y sobre todo, una política social acorde con las circunstancias se desarrolle en el país en la próxima década. Necesitamos un acuerdo nacional que nos permita rescatar la Costa Rica solidaria y de progreso y oportunidades para todos, eso reclama un modelo social y económico diferente, eso reclama poner énfasis en el empleo de calidad, en la ciencia y la tecnología, en el desarrollo de nuevas oportunidades. Estos temas y otros pendientes requieren sin duda una nueva visión y acción pública, un nuevo modelo de Estado, una nueva ilusión. La tarea es hoy, para mañana es tarde.
Leiner Vargas Alfaro
lvargas@una.ac.cr