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Nadie sobre la ley

| Jueves 23 febrero, 2012


Nadie sobre la ley

Dos distinguidos columnistas de LA REPUBLICA, consagrados, Alberto F. Cañas y Arnoldo Mora, han vertido opiniones ácidas contra el sistema judicial español, por la sentencia que inhabilita al juez Garzón.
Don Alberto calificó de vergonzosa la sanción y don Arnoldo dispara la idea del regreso de la Falange. Dos opiniones emocionales.
Baltasar Garzón, juez estrella de la judicatura española, salió del sureño nativo, Jaén, para consagrarse en Madrid. Desde la Audiencia Nacional irradió un aplaudido talante extraterritorial.
A finales de 1998, Garzón alcanzó la cima de la popularidad: logró paralizar/detener en Londres aunque en litera de seda al dictador Pinochet. Eco mundial, elogios sin fin, merecidos, para el togado andaluz.
El presidente chileno Eduardo Frei recibió noticia, de la detención, en la Cumbre Iberoamericana de Oporto y desplegó dura andanada contra el laudo y, por extensión, desautorizó las pretensiones del juez hispano.
Simultáneamente, desde Madrid, el expremier socialista, Felipe González, igual, disconforme. Dijo: España dejó de legislar en Chile hace 180 años. (Independencia chilena: 1818).
La fama de Baltasar Garzón se universalizó, bola de nieve que, desde el alto, frío, Guadarrama, se deslizó por el planeta, creciendo en su rodaje. Las abuelas de la Plaza de Mayo lo eligieron paladín contra Videla y el clan militar. Dirigió cursos en Nueva York, recibió doctorados honoris causa, conferencias y homenajes, por doquier.
Inglaterra fue el despegue de Garzón hacia la celebridad. Pinochet purgaba el repudio del mundo civilizado. La Dama de Hierro manejó sus influencias. Y un avión de la Fuerza Aérea chilena reintegró, a su patria, al viejo, nefasto, golpista. La Tatcher pagó al traidor americano Roma no paga a traidores ayuda cuando los británicos despojaran a argentinos, dueños naturales de Las Malvinas.
Tenemos, pues, a Garzón, figura, reputación cumbre, espejo de juez y virtud para honorables colegas, sin fronteras. Pero, don Baltasar cruzó la raya que separa la vanidad de la cordura.
¿Cómo afirmar que siete intachables magistrados, votación unánime, fueron arrastrados por pasión política a la hora de tratar a un soberbio juez? El reproche es, al contrario, lección aleccionadora: Nadie sobre la ley. Ni el juez Garzón.
La ley española castiga las escuchas telefónicas entre clientes y abogados. Garzón accionó instrumentos contrarios a la ley. Escuchó.
Y en todo lugar del planeta, el fin no justifica los medios. Cerca está Guantánamo y condenamos sus métodos. ¿Por qué otorgar a Garzón libertinaje de procedimiento y, más bien, apoyarlo?
Icono de la izquierda mundial, el fallo que aparta a Garzón de la judicatura, lamentablemente, mezcla ideología con sana justicia, adulterando la esencia del veredicto.

José María Penabad López







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