"Motivación" que desmotiva
| Viernes 13 junio, 2008
“Motivación” que desmotiva
German Retana
german.retana@incae.edu
¿Por qué hay equipos que aun sabiendo que al alcanzar sus metas podrían ganar mucho dinero no logran elevar su rendimiento? ¿Qué explica que, en el fútbol, por ejemplo, antes del partido los jugadores dicen “estamos motivados”, “lo daremos todo”, pero al final del mismo expresan su decepción por su propia ejecutoria, reiteran la promesa de superarse en el próximo partido y… nada?
Una posible explicación es que cuando la motivación se reduce a incentivos externos, premios económicos y cuestiones materiales, el rendimiento puede afectarse por varios factores.
La razón de ganar se empieza a medir con dinero, uno de los temas centrales de conversación es cuánto se ganará cada miembro del equipo. Así, aquellos que sientan que su parte peligra a costa de otros, comienzan a sentirse incómodos.
Agreguemos a lo anterior un discurso de los directores que incluya un incentivo a la competencia entre jugadores como “motivación” para permanecer en él.
Allí es cuando el equipo empieza a partirse, se forman subgrupos en forma disimulada, los temores de fallar acaparan la mente y drenan mucha energía. La unión es muy tenue, la esencia de jugar y de pertenecer al equipo pasa a segundo plano. Todo parece estar bien, pero algo poco visible afecta la pasión, que no llega a su máxima expresión porque simplemente no existe. El superficialismo y lo material son la norma, y así no se llega lejos.
El experto alemán Reinhard Sprenger considera que manejar así un equipo es confundir la motivación con recompensar, elogiar, amenazar y castigar. Y agrega: “dirigir bajo el sol frío de los sistemas incentivadores es siempre seducir y no conducir”. Esa motivación desmotiva. El gran problema, dice, es que los directores han dejado de dirigir, de crear las bases para el surgimiento de un verdadero equipo, de dedicar tiempo y trabajo a consolidar una sólida cultura orientada por valores, en la que se desate un verdadero entusiasmo por alcanzar más los anhelos intrínsecos que las motivaciones extrínsecas o externas. Han dejado de aportar condiciones para que cada cual viva intensamente las razones para ser parte del equipo y esté dispuesto a comportarse de modo que todos alcancen sus sueños más elevados. ¡Han dejado de ser líderes, seducen pero no conducen!
No existe tal cosa como “motivadores de equipos”. Lo que pasa es que se confunde esa labor con la de lograr que cada miembro alcance el máximo respeto por sí mismo y por lo que hace, que crea en su talento y en la dependencia de sus compañeros para realizar sus metas, que viva con pasión la construcción paulatina de un equipo para alcanzar una gran ilusión compartida, al margen de incentivos materiales que, por sí solos, afirma Sprenger, solo logran lo contrario: desmotivación.
German Retana
german.retana@incae.edu
¿Por qué hay equipos que aun sabiendo que al alcanzar sus metas podrían ganar mucho dinero no logran elevar su rendimiento? ¿Qué explica que, en el fútbol, por ejemplo, antes del partido los jugadores dicen “estamos motivados”, “lo daremos todo”, pero al final del mismo expresan su decepción por su propia ejecutoria, reiteran la promesa de superarse en el próximo partido y… nada?
Una posible explicación es que cuando la motivación se reduce a incentivos externos, premios económicos y cuestiones materiales, el rendimiento puede afectarse por varios factores.
La razón de ganar se empieza a medir con dinero, uno de los temas centrales de conversación es cuánto se ganará cada miembro del equipo. Así, aquellos que sientan que su parte peligra a costa de otros, comienzan a sentirse incómodos.
Agreguemos a lo anterior un discurso de los directores que incluya un incentivo a la competencia entre jugadores como “motivación” para permanecer en él.
Allí es cuando el equipo empieza a partirse, se forman subgrupos en forma disimulada, los temores de fallar acaparan la mente y drenan mucha energía. La unión es muy tenue, la esencia de jugar y de pertenecer al equipo pasa a segundo plano. Todo parece estar bien, pero algo poco visible afecta la pasión, que no llega a su máxima expresión porque simplemente no existe. El superficialismo y lo material son la norma, y así no se llega lejos.
El experto alemán Reinhard Sprenger considera que manejar así un equipo es confundir la motivación con recompensar, elogiar, amenazar y castigar. Y agrega: “dirigir bajo el sol frío de los sistemas incentivadores es siempre seducir y no conducir”. Esa motivación desmotiva. El gran problema, dice, es que los directores han dejado de dirigir, de crear las bases para el surgimiento de un verdadero equipo, de dedicar tiempo y trabajo a consolidar una sólida cultura orientada por valores, en la que se desate un verdadero entusiasmo por alcanzar más los anhelos intrínsecos que las motivaciones extrínsecas o externas. Han dejado de aportar condiciones para que cada cual viva intensamente las razones para ser parte del equipo y esté dispuesto a comportarse de modo que todos alcancen sus sueños más elevados. ¡Han dejado de ser líderes, seducen pero no conducen!
No existe tal cosa como “motivadores de equipos”. Lo que pasa es que se confunde esa labor con la de lograr que cada miembro alcance el máximo respeto por sí mismo y por lo que hace, que crea en su talento y en la dependencia de sus compañeros para realizar sus metas, que viva con pasión la construcción paulatina de un equipo para alcanzar una gran ilusión compartida, al margen de incentivos materiales que, por sí solos, afirma Sprenger, solo logran lo contrario: desmotivación.