Menos café pero más delincuencia
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Viernes 05 septiembre, 2008
La falta de políticas que dirijan al país hacia objetivos y metas establecidas y que afecta a la mayoría de los sectores productivos del país, se evidencia también en un producto que antes nos identificaba: el café de alta calidad.
Por más que se intente atribuir a diversos factores la baja de las exportaciones de café experimentadas en el país, la realidad indica que es la falta de visión y de políticas adecuadas la verdadera razón que pone en peligro al sector cafetalero del mismo modo que afecta a otros.
Se dice que el incremento en los costos de los insumos, la falta de mano de obra y la disminución en las áreas dedicadas a sembrar café, se han traído abajo las exportaciones. Mientras tanto, el resto de Centroamérica las incrementó.
La realidad es que no se proporcionaron el conocimiento ni la capacitación a los trabajadores del café para que utilizaran el mínimo necesario de insumos y solo cuando esto era realmente indispensable.
No hubo una política nacional acertada para facilitar el ingreso de extranjeros interesados en trabajar con el sector cafetalero, que pudieran hacerlo con los debidos controles y con contrataciones que garantizaran su incorporación al régimen del Seguro Social.
Tampoco hubo políticas para una juventud nacional proveniente de familias pobres que además de abandonar las aulas en muchos casos ha buscado el dinero fácil por medio del delito, porque coger café puede dar para vivir honrada y humildemente pero no para satisfacer otros deseos de un día para otro.
Esta es una situación que afecta no solo al café. El resto del agro también carece de políticas y apoyos para incorporarse, como debiera, al resto del sector empresarial.
Mientras deberíamos tener una política agropecuaria clara y un agro moderno, tecnificado, y capaz de proveernos lo necesario internamente y además exportar ciertos productos, como el café, nos encontramos desprovistos de esta planificación y producción en momentos de crisis alimentaria.
En otras palabras, un país sin rumbo ni políticas, produciendo y creciendo en forma más bien caótica, que debe preocuparnos, avergonzarnos y exigir la adecuada reorientación que se necesita.