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EDITORIAL


Mejorar la calidad de la política

Será interesante, a medida que más féminas llegan al máximo nivel del poder, ver hasta donde estas le imprimen un sello a la gestión en cuanto a limpiarla de características negativas que, po

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Martes 02 noviembre, 2010


Editorial 2 de noviembre 2010


Una vez más finaliza la contienda político electoral en un país, en este caso Brasil, resultando electa una mujer para ocupar la silla presidencial.

Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, hija de una familia de clase media integrada por un inmigrante búlgaro y una brasileña, triunfó en segunda vuelta con el 55,7% de los votos, contra un 44,3% obtenido por José Serra, del Partido Social Demócrata Brasileño.

Será interesante, a medida que más féminas llegan al máximo nivel del poder, ver hasta donde estas le imprimen un sello a su gestión en cuanto a limpiarla de características negativas que, por acción u omisión le imprimieron sus antecesores del sexo masculino.

Dilma Rousseff ha dicho, en su primer discurso después de resultar electa a la presidencia de Brasil, “nuestro país necesita mejorar la conducta y la calidad de la política”. Sin duda es algo que se necesita hoy en casi cualquier parte del mundo. “No habrá privilegios ni amiguismo”, dijo la flamante mandataria electa y agregó que prefiere el ruido de la prensa libre que el silencio de las dictaduras. Habrá que esperar ahora para ver cómo se conduce su gobierno.

Si durante tanto tiempo estuvo ausente la participación de las mujeres en el ejercicio del poder político en las esferas oficiales al más alto nivel, su llegada ahora, en diferentes lugares del planeta, aporta la mitad que faltaba. Incorpora la visión femenina para que comparta, junto a la masculina, y constituyan un saludable equilibrio para regir a las poblaciones del mundo integradas por ambos sexos.

Sin embargo, esto solo se dará si las mujeres en el poder se deciden a introducir nuevos estilos de gestión despojados de los aspectos negativos e incorporen, por el contrario, el orgullo de practicar el altruismo, la decencia y en general el deseo de ser reconocidas por las mejores cualidades.

Este es el estilo de gobernar que necesita el mundo y podría ser un denominador común que se propusieran las mujeres que lleguen a obtener la cuota de poder para decidir, durante un periodo, el destino de sus naciones. Solo esto marcaría una enorme diferencia y podría pasar a la historia como uno de los aportes femeninos al ejercicio del poder.







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