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Mecanismo defectuoso

| Jueves 10 abril, 2008




Mecanismo defectuoso

• Una idea intrigante es la base de un drama de suspenso que se torna demasiado repetitivo

Justo en la mira
(Vantage Point)
Dirección: Pete Travis. Reparto: Dennis Quaid, Forest Whitaker, Sigourney Weaver, William Hurt. Duración: 1:30. Origen: EE.UU. 2008. Calificación: 4.

Hay más defectos que virtudes en el libreto de “Justo en la mira”. Escrito por el novato Barry L. Levy, este drama de suspenso tiene una estructura insólita. Describe un suceso varias veces, desde diferentes perspectivas. Es una idea intrigante, aunque poco novedosa, pues es la misma que Akira Kurosawa perfeccionó en la clásica “Rashomon” (1950).
Hay una pequeña diferencia: Kurosawa utilizó este recurso para plantear significativos cuestionamientos filosóficos. Aquí, el hecho de retroceder en el tiempo y volver al inicio, no aporta nada a una trama de por sí desarticulada e incoherente. La propuesta es válida, pero se convierte en la base de un mecanismo narrativo que se atasca a medio camino.
Todo gira alrededor de un atentado terrorista que ocurre en Salamanca (España), durante una visita oficial del Presidente de Estados Unidos (William Hurt). Alguien le dispara al mandatario y lo hiere de gravedad; poco después, dos explosiones siembran el terror y la muerte entre los asistentes.
Estos trágicos eventos son observados desde ocho puntos de vista. Los testigos incluyen a una productora de televisión (Sigourney Weaver), un agente del servicio secreto (Dennis Quaid), un policía español (Eduardo Noriega) y un turista norteamericano con una cámara digital (Forest Whitaker).
El lujoso elenco está desperdiciado. Debido a la naturaleza fragmentaria del relato, los intérpretes no cuentan con suficiente tiempo en pantalla como para lucir sus cualidades. Al mismo tiempo, el espectador no logra identificarse con ninguno de los caracteres, pues cada vez que está a punto de hacerlo, la historia retorna al punto de partida y vuelve a arrancar, con un nuevo protagonista.
Los segmentos que integran el relato, deberían complementarse unos a otros; en realidad, dejan muchos cabos sueltos, Por ejemplo, nunca se aclara cuáles son los orígenes y los objetivos de los villanos. Lo peor del caso, es la falta de una verdadera evolución dramática. Después de un comienzo cargado de energía y tensión, el filme se torna demasiado repetitivo. Avanzando con paso de cangrejo, genera más frustración que interés.
Algo de emoción surge al final, cuando todos los episodios confluyen en una trepidante persecución de automóviles, filmada por Pete Travis con sólido profesionalismo. Para ese entonces, ya es tarde: hace rato, “Justo en la mira” había gastado los cartuchos a su disposición, llegando a un punto donde no se puede evitar que el espectador abandone la sala sintiéndose defraudado.






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