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Más que simbólica

Vilma Ibarra vilma.ibarra@gmail.com | Miércoles 30 enero, 2013


Sería invaluable encontrar la fórmula, desde cualquier sede regional, para sacar de la pobreza a los 174 millones de latinoamericanos que no gozan de las posibilidades de vivir dignamente en un continente paradójicamente rico


Hablando Claro

Más que simbólica

Cuba acaba de alcanzar una indiscutible victoria diplomática al hacerse de la Presidencia de la novel Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), un régimen internacional que devino de la fusión de lo que por dos décadas fue el Grupo de Río (nacido del Grupo de Contadora y del Grupo de Apoyo a Contadora) y de la Cumbre de la Unidad de América Latina y el Caribe (CALC).
Cuestión de realidades. Aunque hoy pesemos poco para los intereses estratégicos de Estados Unidos más allá de la lucha contra el trasiego de drogas, el comercio y la buena vecindad, lo cierto es que el reposicionamiento de Cuba en la escena diplomática es una cachetada a la diplomacia de Washington que por décadas (todavía lo logró el año pasado en la Cumbre de las Américas, en Cartagena) bloqueó la participación de la isla en todo foro, encuentro o reunión donde tuviese injerencia.
Por eso la Presidencia de Raúl Castro en CELAC no deviene en un asunto accesorio de uno de tantos foros deliberativos que compiten frente a los organismos formales constituidos.
A propósito, las huellas del camino dejan ver que, cuando en 2009 la Organización de Estados Americanos, OEA, decidió por fin levantar la prohibición de 60 años impuesta a la membresía de La Habana en esa alicaída asociación, ya Chávez, los hermanos Castro y los aliados del ALBA habían trazado una ruta muy distinta para el relanzamiento cubano. CELAC, uno de cuyos principios es la defensa de la democracia y los derechos humanos, ha entregado a Cuba, el único país no democrático de nuestra América, su representación política.
“No teman, solo estaré aquí un año”, dijo con evidente satisfacción Raúl Castro, de perfil político contrastantemente distinto al del histórico líder de la isla, que esperó todo el tiempo necesario para verse reivindicado en la figura de su hermano.
Una señal de los nuevos tiempos. “No es que la región abrace el sistema político o la ideología gobernante en Cuba, es que las cancillerías han apostado por darle a La Habana un liderazgo temporal para que avance en sus propias metas en paralelo con objetivos específicos de la región”, dijo José López-Levy, un académico cubano estadounidense que valoró la Cumbre de Santiago.
Esto no significa, sin embargo, que sea viable pensar que el sueño del omnipresente Chávez por una patria de Bolívar pueda construirse en medio de la fragmentación y las profundas discrepancias reinantes en nuestro continente. Simplemente implica que somos capaces de vernos y sentarnos en la misma mesa a pesar de nuestras diferencias. Después de todo, de eso se trata la convivencia.
Lo que sí sería invaluable es encontrar la fórmula desde cualquier sede regional de sacar provecho para poder sacar de la pobreza a los 174 millones de latinoamericanos pobres que no gozan de las posibilidades de vivir en un continente paradójicamente rico.
El segundo productor mundial de alimentos, el tercero en energía, poseedor del 33% del agua limpia y del 40% de la biodiversidad del planeta.
Muchos recursos para tanta pobreza. En el continente de la desigualdad.

Vilma Ibarra

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