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COLUMNISTAS


Mañana debe empezar hoy

Miguel Angel Rodríguez marodrige@gmail.com | Lunes 23 marzo, 2020


Sufrimos el duro ataque del coronavirus Covid-19 con su terrible impacto en salud y muerte, y sus nefastas consecuencias económicas y sociales. Y claro que nuestro esfuerzo debe estar centrado en atender calamidades privilegiando la defensa de la salud y de la vida con lo mejor de nuestra tradición: previsión y unión. Para ejercer la previsión, partiendo realistamente de nuestra situación actual, debemos adelantarnos a las consecuencias negativas que las vivencias de hoy nos acarrearán mañana.

Disminuir la velocidad de los contagios es esencial para que nuestro buen sistema de salud, la previsión de las autoridades en equiparse con el instrumental médico y la vocación de servicio del personal de salud no se vean sobrepasados por la cantidad simultanea de personas que sean gravemente afectadas por la pandemia. Pero esto -que es necesario hacer en aras de la vida y la salud- implica limitar las posibilidades de trabajo y de empresa y causa graves costos económicos y sociales. Esa es la consecuencia de las necesarias medidas de cerrarnos al turismo y cerrar negocios y actividades para evitar aglomeraciones y contagios.

La disminución en actividades productivas significa menores ingresos para trabajadores y empresas, y quedarse en las casas conlleva menos consumo de las familias. El resultado para el gobierno son menores ingresos tributarios y una mayor demanda de gasto para paliar la dura situación de quienes pierden el empleo y de quienes caen en la pobreza.

Además, el virus nos atacó en medio de una situación fiscal muy precaria y de una economía con alto desempleo y muy bajo crecimiento.

Si eso fuera poco, nuestros socios comerciales viven también situaciones recesivas, lo que afecta nuestras posibilidades de exportar, de recibir turistas e inversión extranjera ahora y cuando pase la pandemia.

Para lograr, pasada la emergencia sanitaria enfrentar sus consecuencias económicas y sociales, es necesario construir sobre nuestras fortalezas y no agravar nuestras debilidades.

Tenemos un Banco Central y un sistema financiero bastante sólidos, gozamos de una buena acumulación de reservas internacionales y la inflación actual y esperada son bajas, lo cual se fortalecerá con la disminución de precios del petróleo.

Esas fortalezas permiten política monetaria y acciones del sector financiero que brinden auxilio a las empresas de los sectores más afectados por los costos económicos de la pandemia, que en mi opinión deben relacionarse con compromisos de las empresas de efectuar esfuerzos significativos para que la reducción del empleo sea mínima.

El ICE y la CCSS podrían también aportar con disminución en el costo de energía y con la adaptación de las cuotas de seguridad social a jornadas de trabajo parciales. Y también es adecuado acudir a la venta de activos públicos para enfrentar las consecuencias del coronavirus 19. Pero no debemos hacerlo para gastar esos recursos. Los ingresos por esas ventas posibles de BICSA, FANAL, BCR y el INS deben usarse exclusivamente para constituir activos públicos más útiles para la sociedad o para disminuir pasivos. Esta restricción se debe aplicar a la propuesta de crear el fideicomiso de las rentas del INS, que en algunos aspectos es equivalente a venderlo.

Otro es el caso del gobierno central. Esa magdalena no está para tafetanes.

Las finanzas del gobierno central se van a ver más deterioradas de manera que el aumento del gasto total debe ser muy limitado, y preferiblemente inexistente. Esto obliga a los Poderes Ejecutivo y Legislativo a ser muy austeros frente a las justificadas demandas de los sectores que estarán en problemas. Y se deberá extremar el cuidado para atender las necesidades de las familias que caigan en pobreza. La regla debería ser que solo se podrá aumentar el gasto para atender las más básicas demandas de las familias que caigan en pobreza o para auxiliar a empresas en grave coyuntura temporal, en la misma medida en que se pueda disminuir otro gasto corriente del gobierno ajustando temporalmente sueldos o por otras medidas que lo permitan.

Ya el deterioro económico nos ha afectado. Los bonos de Costa Rica con vencimiento en 2045 se transaban el pasado 6 de marzo en 105,13%. En un cortísimo plazo, el día 18 su precio fue de 71,50% con una inmensa pérdida de una tercera parte de su valor. Con ese tipo de intereses el financiamiento de la deuda pública nos llevaría a una pauta explosiva e insostenible.

Gozamos de un muy valioso activo nacional: tener un Presidente del Banco Central y un Ministro de Hacienda con exitosas carreras y gran prestigio en el Fondo Monetario Internacional y en el Banco Mundial. Considero que desde ya se debería elaborar por su parte una estrategia para contar con financiamiento a tasas de interés bajas para el déficit fiscal de 2021 y 2022.

Recordemos los grandes éxitos que el país tuvo después de la crisis de inicios de los ochenta en la renegociación de la deuda externa. Los equipos económicos de los gobiernos de don Luis Alberto y de don Oscar -en los cuales destaco la labor de don Eduardo Lizano- tuvieron gran éxito en lograr el apoyo de los entes internacionales con gran ventaja para el país. Claro que eso fue posible gracias al inmenso apoyo que recibieron de la oposición encabezada por don Rafael Ángel Calderón que incluso les proporcionó los votos para la aprobación de los programas de ajuste que una fracción del propio oficialismo les negó.

Hoy considero que debemos adelantarnos, y mitigar la dureza de los mercados financieros que ya sufrimos, con un programa de apoyo financiero de los entes internacionales que desde ahora se prepare y empiece a negociar.





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