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EDITORIAL


Malles: única vida comercial urbana

| Lunes 04 febrero, 2013




Seguridad, parqueos gratuitos y ambiente atractivo en los malles, han logrado que la mayoría los prefieran, mientras por el contrario no existen calles públicas, abiertas a toda la gente, para la vida comercial urbana en otros lugares


Malles: única vida comercial urbana

Los grandes centros comerciales (malles) son sin duda un fenómeno comercial y social de gran éxito en el país.
Su oferta de seguridad, parqueos gratuitos, diversidad de productos, calidades y precios, restaurantes y cafeterías, además de ambiente atractivo y cómodo, han logrado que la mayoría de los costarricenses los prefieran.
Su proceso de expansión continua no resulta extraño considerando las mencionadas características y beneficios. Además deberíamos agregar que ya antes de su aparición existían en San José lo que podríamos llamar sus antecesores, consistentes en galerías cubiertas, con ingreso y salida a dos calles, que concentraban también alguna cantidad de comercio.
Esto, que no es solo un fenómeno local, sino mundial, tiene una ventaja adicional, relacionada con el clima. En este país, por ejemplo, de lluvias cotidianas durante la mayor parte del año, el estar a cubierto y no tener que caminar bajo un paraguas y mojándose los pies es una ventaja considerable a tomar en cuenta.
Así, los “malles” se han ido expandiendo con gran éxito y modificando las costumbres del costarricense que, incluso más allá de las compras, ante lo escaso de otros lugares familiares de entretenimiento seguros y con parqueo, disfrutan lo que estos centros comerciales les ofrecen.
Por otro lado, y a pesar de los esfuerzos realizados por repoblar el centro de la ciudad de San José, se ha perdido prácticamente la vida comercial urbana al no contar con suficientes calles abiertas a toda la gente para que las circule a pie, con seguridad y en un ambiente atractivo.
El centro de la capital fue perdiendo su poder de seducción y a cierta hora de la tarde sus vitrinas en vez de llamativos espacios iluminados se convierten en frías cortinas metálicas que alejan de la zona a cualquiera que necesariamente no deba atravesarla.
Buenos restaurantes, cafeterías, cines y otros sitios para el ocio desaparecieron también del centro de la ciudad, concentrándose únicamente en los malles.
Por ello, si bien estos continúan expandiéndose con éxito, llenando necesidades de la población, hay una deuda pendiente, sin duda, de recuperar otras zonas como por ejemplo el casco céntrico, para lo cual el comercio debería contar con el entorno y la seguridad adecuados que los invite a invertir para devolver atractivo a sus locales y recuperar así la vida comercial que en otros momentos tuvo el centro de la ciudad.
La inseguridad alejó la inversión del comercio hacia otros espacios periféricos, cerrados, que garantizaron la estadía al público mediante seguridad privada. Pero acuerdos y compromisos público – privados podrían poner en marcha nuevamente proyectos para una vida comercial urbana revitalizada, moderna y con estética propia.
 







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