Los malos hábitos alimenticios de Obama
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Sábado 15 mayo, 2010
Los malos hábitos alimenticios de Obama
El presidente de EE.UU., Barack Obama, es un gran defensor de la alimentación sana pero de vez en cuando se salta sus propias recomendaciones.
Obama se desplazó la pasada semana a Búfalo y en el camino paró en uno de los restaurantes más típicos de la localidad, de donde procede uno de los aperitivos más clásicos de la comida estadounidense, las “Buffalo wings”.
Son alas de pollo fritas bañadas en una salsa de barbacoa que el Presidente pidió para llevar.
No es la primera vez que el Presidente “se escapa” para comprar algo de comer que no encaja estrictamente en las recomendaciones dietéticas de sus médicos, que le han advertido de que le ha subido el colesterol.
En una gira el mes pasado por Iowa, Misuri e Illinois, se detuvo en una cafetería rural para probar el pastel de ruibarbo, que acompañó con un café.
Hace apenas tres semanas, en una escapada de fin de semana con su esposa, Michelle, a Asheville, se dio un homenaje en otro restaurante de fama local, en el que compartió con la primera dama un festín de costillas ahumadas, pan de maíz, guiso de judías, verduras, macarrones con queso y postre de maíz.
En otras ocasiones se ha presentado en hamburgueserías de Washington para encargar el bocadillo de carne molida.
Otra de sus debilidades es la salchicha “medio-ahumada”, una especialidad local de Washington.
Obama también ha admitido sentir una debilidad especial por los dulces que preparan los reposteros de la Casa Blanca.
No es de extrañar, por lo tanto, que en la revisión médica a la que se sometió el pasado 1º de marzo encontraran que le había subido el nivel de colesterol LDL (el “colesterol malo”, en términos vulgares) a 138 miligramos por decilitro de sangre, en el límite de lo saludable.
Y eso que Michelle Obama encabeza una campaña de la Casa Blanca para fomentar la alimentación saludable y la lucha contra el exceso de peso, conocida como “Lets Move” (“Vamos a movernos”).
Por ello, no debe sorprender la advertencia del Presidente cuando volvió a “escaparse” para comer algo con grasa de más durante una visita a Georgia en marzo.
Mientras se disponía a engullir un menú de comida sureña especializada en platos como el puerco asado, puré de patatas, boniatos y crema de maíz, Obama dijo: “no quiero sermones sobre mi colesterol. Que no se entere Michelle”.
Washington / EFE
El presidente de EE.UU., Barack Obama, es un gran defensor de la alimentación sana pero de vez en cuando se salta sus propias recomendaciones.
Obama se desplazó la pasada semana a Búfalo y en el camino paró en uno de los restaurantes más típicos de la localidad, de donde procede uno de los aperitivos más clásicos de la comida estadounidense, las “Buffalo wings”.
Son alas de pollo fritas bañadas en una salsa de barbacoa que el Presidente pidió para llevar.
No es la primera vez que el Presidente “se escapa” para comprar algo de comer que no encaja estrictamente en las recomendaciones dietéticas de sus médicos, que le han advertido de que le ha subido el colesterol.
En una gira el mes pasado por Iowa, Misuri e Illinois, se detuvo en una cafetería rural para probar el pastel de ruibarbo, que acompañó con un café.
Hace apenas tres semanas, en una escapada de fin de semana con su esposa, Michelle, a Asheville, se dio un homenaje en otro restaurante de fama local, en el que compartió con la primera dama un festín de costillas ahumadas, pan de maíz, guiso de judías, verduras, macarrones con queso y postre de maíz.
En otras ocasiones se ha presentado en hamburgueserías de Washington para encargar el bocadillo de carne molida.
Otra de sus debilidades es la salchicha “medio-ahumada”, una especialidad local de Washington.
Obama también ha admitido sentir una debilidad especial por los dulces que preparan los reposteros de la Casa Blanca.
No es de extrañar, por lo tanto, que en la revisión médica a la que se sometió el pasado 1º de marzo encontraran que le había subido el nivel de colesterol LDL (el “colesterol malo”, en términos vulgares) a 138 miligramos por decilitro de sangre, en el límite de lo saludable.
Y eso que Michelle Obama encabeza una campaña de la Casa Blanca para fomentar la alimentación saludable y la lucha contra el exceso de peso, conocida como “Lets Move” (“Vamos a movernos”).
Por ello, no debe sorprender la advertencia del Presidente cuando volvió a “escaparse” para comer algo con grasa de más durante una visita a Georgia en marzo.
Mientras se disponía a engullir un menú de comida sureña especializada en platos como el puerco asado, puré de patatas, boniatos y crema de maíz, Obama dijo: “no quiero sermones sobre mi colesterol. Que no se entere Michelle”.
Washington / EFE