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Los falsos dioses del Olimpo

Luis Fernado Rojas lrojas@larepublica.net | Viernes 22 febrero, 2013


Lance Armstrong aceptó su dopaje en el programa de Oprah Winfrey. Archivo/La República


Análisis

Los falsos dioses del Olimpo

Muchos deportistas han pasado de ser grandes ídolos a malos ejemplos

Lance Armstrong aceptó su dopaje en el programa de Oprah Winfrey. Archivo/La República

¿Qué pensará un chico que desde niño creció idolatrando a las estrellas deportivas que los medios de comunicación le presentaron durante toda su infancia, cuando los ven caer abruptamente de su pedestal y convertirse en un ejemplo de lo que no se debe hacer?
Lamentablemente esta situación se está haciendo usual y los casos de Lance Armstrong y Oscar Pistorius son los últimos de una larga lista de ídolos deportivos que se han venido al suelo, por creer que el fin justifica los medios o dejarse arrastrar por la fama, olvidando su imagen pública de que son un ejemplo positivo.
Pistorius fue acusado recientemente de asesinar a su novia, caso que se debate actualmente en su fase preliminar en los juzgados sudafricanos, y hace pocas semanas, por fin Armstrong reconoció que utilizó drogas en su espectacular carrera deportiva. No obstante, lamentablemente estos no son casos aislados.
Por ejemplo, James Simpson, uno de los grandes ídolos del fútbol americano, logró ubicar su foto en el salón de la Fama de este deporte en

Estados Unidos como ejemplo del éxito deportivo, pero hoy se le recuerda porque la acusación de asesinar a su esposa en 1994, de lo cual lo libraron sus abogados tras uno de los juicios más mediáticos de finales del siglo pasado, aunque 15 años después, en 2009, fue a la cárcel tras encontrársele culpable de robo y secuestro en un hotel de Las Vegas.
Otro que cayó en el mal ejemplo, no por matar pero sí por engañar a su esposa, cuando se encontraba en su mejor momento, fue Tiger Wood, considerado uno de los mejores de todos los tiempos en el golf.
Sus 14 “Grandes” parecieron caer en el canasto de la basura cuando se destaparon sus escándalos sexuales que incluía varias relaciones extramatrimoniales y su “adicción al sexo”. Hoy, tres años después de aquel desafuero, Woods todavía anda buscando su gloria perdida y parece muy difícil que en esta segunda parte logre alcanzar el éxito y sobre todo la credibilidad de la primera.
En ese mismo nivel, pero en el fútbol, estuvo Diego Armando Maradona, considerado uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos. Sus gestas con la selección Argentina y en Italia son muy recordadas, pero acabó prisionero de las drogas y siendo otro mal ejemplo. Aunque muchos aún lo señalan como “el mejor”, lo cierto es que de Diego lo único que se puede mostrar son los vídeos de sus grandes actuaciones, porque fuera del campo de juego su vida está marcada, e incluso nadie podría asegurar hoy día, a ciencia cierta, si Maradona verdaderamente dejó atrás su pasado de adicción.
Ahora es Armstrong, el fenómeno del ciclismo mundial, ganador de siete tour de Francia y que venció un cáncer testicular, pero a quien este año se le derrumbó el castillo de arena tras demostrársele su pecado, que al final de cuentas tuvo que aceptar, quedando con las manos vacías tras ser despojado de sus éxitos.
También, mientras Pistorius sigue derramando lágrimas y preparándose para tratar de convencer a un jurado que los cuatro balazos que propinó a su novia fueron accidentales, la carrera de uno de los más importantes atletas paralímpicos del mundo y que participó pese a sus limitaciones físicas en las últimas olimpiadas en Londres, está en la cuerda floja, mientras el deporte mundial ve cómo la estatua de otro de sus grandes “ídolos” se inclina con rumbo al suelo.
Si las cosas siguen por este camino, muy pronto la pregunta no será ¿quiénes son ídolos de barro?, sino ¿cuáles son de verdad?

 

 

 

Luis Rojas
lrojas@larepublica.net







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