Los ancianos no se abandonan
Se ha desarrollado una cultura de menosprecio y violencia hacia las personas mayores que debe cambiar para romper un funesto círculo vicioso
Redacción La República redaccion@larepublica.net | Martes 22 diciembre, 2009
Ni aun el espíritu de la Navidad, que debería despertar los mejores sentimientos humanos, logra cambiar en el país la tendencia en aumento de abandonar a los ancianos. El director del Hospital Geriátrico y Gerontológico Raúl Blanco Cervantes dijo a LA REPUBLICA que “debemos hacer algo, no podemos seguir en esta espiral”. Él sabe que cada diciembre ese centro de atención médica se llena de pacientes cuyos familiares no desean otra cosa que abandonarlos ahí para no cargar con el problema de su cuido durante las fiestas de fin de año. La realidad es abrumadora. Se ha desarrollado una cultura en general de menosprecio y violencia hacia las personas mayores. Aunque haya hogares donde estos gozan no solo de la atención que merecen sino del amor de sus familiares, otros lamentablemente son lo contrario. La situación es ya un problema de salud pública desde la óptica de los especialistas en trabajo social de los hospitales, que laboran para intentar una política integral del cuido de los ancianos. Esta sin duda es una obligación que Costa Rica tiene como país, de la misma forma que se procura cuidar y atender a la infancia. Sin embargo, paralelamente a esto se debe cambiar la cultura. Si un niño nace y vive en un hogar en el que los adultos respetan y protegen a los ancianos seguirán ese modelo de conducta cuando sean adultos a su vez. Si hoy la realidad es distinta eso no hace más que mostrar los errores del estilo de vida que hemos estimulado. Otras culturas, tradicionalmente respetuosas de sus mayores no solo cuidan de ellos sino que procuran aprovechar y conservar su experiencia y sabiduría. En estas fiestas navideñas más abuelos y bisabuelas habrán sufrido física y emocionalmente por causa de sus hijos, nietos y bisnietos. Una cadena de abandono que luego ellos mismos quizás sufran en carne propia. Es necesario establecer políticas acertadas en ese sentido y una nueva cultura al respecto para romper el círculo vicioso. La creciente necesidad de residencias para ancianos, públicas o privadas, evidencia la falta de hogares y familias solidarias en donde se organice la vida de modo tal que los mayores tengan amor y atención. Estos serán cada vez más numerosos puesto que es mayor la expectativa de vida. Pero la existencia de los ancianos ha de ser digna y feliz.