Los boicots no funcionan
Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 08 julio, 2009
Los boicots no funcionan
Usualmente los boicots sirven para darles a los políticos una sensación de que están haciendo “algo para la causa,” pero históricamente nunca han servido para cambiar el comportamiento del gobierno del país boicoteado. Esto se evidenció la semana pasada cuando los países vecinos de Honduras (Guatemala, Nicaragua y El Salvador) cerraron sus fronteras terrestres al comercio con el fin de presionar al gobierno de facto en Tegucigalpa. El presidente Roberto Micheletti endureció su posición frente al mundo, y manifestó que si Manuel “Mel” Zelaya regresaba, sería detenido.
Afortunadamente para la industria de Costa Rica y de las otras naciones de la región, el presidente Mauricio Funes de El Salvador insistió con sus homólogos en que este boicot fuera solo por 48 horas, y entonces fue más simbólico que cualquier otra cosa. El Salvador, con una población grande para un territorio pequeño, depende del sector agrícola de Honduras para sus suministros de maíz, frijol, arroz, carne, y otros de la canasta básica, y un cierre de fronteras por tiempo indefinido, como querían los presidentes Alvaro Colom y Daniel Ortega, hubiera causado más daño a los salvadoreños que a los hondureños. Y es esa la realidad de los boicots; los que sufren no son los líderes a quienes van dirigidos, sino la población más necesitada que termina con menos medicinas y comida y un nivel de vida más restringido.
Es casi increíble que los políticos consideren los boicots como mecanismo para provocar cambios en otros países. El boicot de Cuba por parte de Estados Unidos, y durante algún tiempo por varios de sus aliados, sirvió para fortalecer al régimen de ese país. Algunos dirán que el boicot a Irán por la Unión Europea y Estados Unidos ha ayudado a fomentar la creación del grupo que se opone a la República Islámica, pero todo indica que los opositores al sistema de ayatolás son los que más han prosperado en las últimas décadas, y lo que están añorando con su movimiento es menos cleros metidos en su vida. Las marchas en Teherán se motivan en un deseo de más libertad de pensamiento y expresión, y no por la necesidad de comida y un mejor nivel económico. El boicot a Corea del Norte no parece que incite a Kim Jong Il a cambiar su comportamiento en nada. Más bien está convirtiendo su país en una potencia nuclear y en estas semanas ha estado probando misiles que podrían usarse para atacar a sus vecinos.
A veces los boicots provocan guerras y en esos casos mueren y sufren muchos en ambos lados de los conflictos. El boicot de 1938 al Imperio de Japón es un caso cuyo resultado fue una conflagración que terminó con la muerte de millones de civiles en varios países del Pacífico.
Si no sirve el boicot para lograr cambios de comportamiento en un país visto de forma negativa por la comunidad internacional o por algunos de sus miembros, ¿por qué se organizan? Cuando el diálogo diplomático no parece surtir efecto y los políticos no quieren una guerra, el boicot es un punto intermedio. Es dudoso que Hugo Chávez con sus fuerzas militares ataque al gobierno de Honduras, pero es seguro que ha parado los envíos de petróleo a precio rebajado a ese país. Se siente el gran líder del ALBA bien porque ha hecho “algo.”
cdenton@cidgallup.com
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