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EDITORIAL


Los beneficios de la infraestructura social

Redacción La República redaccion@larepublica.net | Lunes 13 octubre, 2008


Editorial


Costa Rica subió cuatro posiciones en el índice de naciones más competitivas del mundo, al ocupar el puesto 59, solo superado en Latinoamérica y el Caribe por Chile, Puerto Rico, Barbados y Panamá, según informa LA REPUBLICA del jueves pasado.

El mencionado índice, elaborado por el Foro Económico Mundial, es encabezado por Estados Unidos, Suiza y Dinamarca, que han ocupado las tres primeras posiciones consecutivamente desde hace dos años.

La situación de Costa Rica podría mejorar mucho aún, si atendiera el retraso existente en materia vial, portuaria, aeroportuaria y ferroviaria y los excesivos y muy lentos trámites burocráticos, entre otros frenos a la competitividad.

No obstante, la posición del país en el índice la debe sin duda a su infraestructura social al servicio de la competitividad, de lo cual recibe importantes réditos. Es por eso que la infraestructura social debe atenderse de manera que se garantice su sostenibilidad y con ella dichos beneficios.

Atenderla significa desarrollar planes nacionales coherentes en las diferentes áreas sociales como educación y salud, entre otras, enfocados a que pueda crecer una cultura que desemboque en mayor eficacia.

Una población educada en un alto sentido de responsabilidad y ética integra un tejido social propicio e idóneo para la alta competitividad que a su vez producirá un mayor desarrollo y generará más fuentes de trabajo en beneficio de esa población cerrándose un círculo virtuoso.

Pero esa cadena de beneficios debe comenzar con un consenso nacional para el establecimiento y el posterior desarrollo sin entrabamientos de los planes nacionales antes mencionados.

La realidad lo ha demostrado. La infraestructura social con que cuenta el país lo mantiene en un lugar en el índice mundial de competitividad que, si bien no es aún el que aspiramos ocupar, es, eso sí, estimulante y demostrativo de cuál es el camino que debe seguirse.

La ruta está pues señalada. Falta alcanzar la voluntad política y el deseo de llegar a un consenso por el país que solo puede lograrse dejando atrás intereses particulares y visiones distorsionadas.







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