Lo amargo del agro
| Jueves 19 noviembre, 2009

Lo amargo del agro

La aparente magnanimidad de los industriales cárnicos llega tarde, luego de meses de que los precios de la carne caen y caen, para asfixia y desestímulo de los pequeños y medianos ganaderos, sin que los consumidores finales se beneficiaran por el fenómeno. No sabemos hasta dónde bajarán los precios las carnicerías —ayer por la tarde todavía no evidenciaban haber visto el telenoticiero— ni si las rebajas serán solamente en los cortes finos, al alcance de solo unos pocos.
Sin embargo no creo que esto desvele al costarricense medio. Si generalizo lo que suelo ver en los carritos del supermercado —y soy asiduo visitante de casi todos— el salchichón ha sabido imponerse al bistec, quizá como precio para poder mantener el “todoterreno” que cada buen costarricense quiere tener en su casa.
Pero no solo los ganaderos lloran. La crisis golpea también a pequeños y medianos cosechadores de productos de exportación. No siempre por la baja de la demanda externa, sino también por jugadas internas, que incluso se darían dentro de serios programas de la llamada reconversión. En la última semana he escuchado quejas de palmiteros, piñeros, maiceros y tantos otros productores, a veces engañados con panoramas alejados de la realidad.
Incluso vemos cierta crisis en las ferias del agricultor. Quienes somos clientes asiduos, sabemos que, desde principios de noviembre, las papas, el chile, el tomate y la cebolla, entre otros, se inflaman del espíritu navideño y de su inseparable vocación aguinaldera, por lo que se disparan sus precios; aunque el cargo suela justificarse en la mucha lluvia, si llueve mucho, o en la sequía, si llueve poco. Pero este año, cumplido más de medio mes, los precios de esos y otros productos siguen moderados, si es que no por el suelo.
No sé cuál porcentaje de vendedores en ferias corresponde a agricultores de verdad y no a típicos intermediaros. Pero, salvo en unos pocos artículos, el intermediario logra imponerse siempre al productor, influyendo en el destino de los productores que son también vendedores al detalle, gracias a la casi coacción que, horas antes, el intermediario cumple sobre los productores que vienen a vender al CENADA. Porque el CENADA, como frondoso esfuerzo estatal, no suele ser más que una inmensa mesa de tortura para los verdaderos agricultores. Entonces, si los precios de las ferias no aprehenden el espíritu navideño, forzadamente las ventas finales estarán bajas.
Realidades como estas, tan cotidianas que ya nos hemos acostumbrado a verlas como normales, nos hacen preguntarnos: ¿Para qué sirve hoy el Consejo Nacional de Producción, más allá de para colocar buenos amigos, buscar sospechosas condonaciones de créditos y satisfacer, por imperio de monopolio, la sed alcohólica del pueblo?
*Abogado
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