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"Lo políticamente correcto se ha convertido en un horror… La palabra cancelar es como de las señoritas de la Liga de la Decencia"

Almudena de Cabo - HayFestivalQuerétaro@BBCMundo | Jueves 07 septiembre, 2023


Retrato de Guillermo Arriaga
Getty Images
Guillermo Arriaga recorre en su última novela, "Extrañas", el despegue de la ciencia en el siglo XVIII y su pugna con posturas religiosas y aristocráticas.

"Son una carga para las familias, ni siquiera sabemos si en verdad son seres humanos".

Ese era el sentir de una gran parte de la sociedad en el pasado al descubrir a personas con algún tipo de malformación, parálisis, síndrome o enfermedad que las limitara a la hora de hablar o moverse.

Miedo por lo diferente, por la incapacidad de comunicarse con ellos, pero sobre todo, vergüenza por haber dado a luz a lo que consideraban "seres aberrantes" o "engendros", a quienes escondían con los animales.

El escritor mexicano Guillermo Arriaga se adentra en esa sociedad en su última novela, "Extrañas", en la que relata el sufrimiento al que eran sometidos los diferentes y muestra un mundo donde los avances científicos pugnaban con posturas religiosas y aristócratas.

Arriaga cuestiona las creencias y supersticiones de la mano de su protagonista, William Burton, un joven noble nacido en Inglaterra en el siglo XVIII, que decide abandonar su destino como primogénito para sumergirse en la medicina desde donde buscará explicaciones a las malformaciones e intentará ayudar a "las extrañas".

Además de autor, Arriaga es uno de los guionista, productor y director de cine más reconocidos de América Latina. Su nombre está ligado a películas tan exitosas como "Amores perros", "21 gramos", "Babel" y "Los tres entierros de Melquiades Estrada", que ganó el premio al mejor guion en el festival de Cannes en 2005.

BBC Mundo conversó con él sobre su interés "Extrañas", los avances de la ciencia, la libertad, lo políticamente correcto, la caza y sobre la película "A cielo abierto", escrita por él en los años 90 y dirigida ahora por sus hijos Mariana y Santiago Arriaga.

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BBC

De retratar dos Méxicos y sus contradicciones en tu premiada novela “Salvar el fuego” (Premio Alfaguara 2020) te adentras ahora en Inglaterra del siglo XVIII para enfrentar al lector con una época llena de prejuicios contra los diferentes. ¿Por qué este cambio de escenario?

Ahorita mismo estoy en la frontera texana con México, en Del Río, y en un viaje entre esta ciudad y un lugar de Texas, y por alguna razón me llegó la imagen de contar la historia de seres que tienen una anomalía especial, que son las extrañas, en diferentes épocas.

Es una anomalía que se presenta cada 200 o 300 años. Los que nacen con ella mueren muy rápido. Que hallan llegado a la edad adulta habrá unos 15 individuos en los últimos 4.000 años.

Primero pensé ubicar la historia en Mongolia en el año 1000. O en Noruega en el 1400. En Inglaterra en 1781 o en el México contemporáneo, pero ganó la idea inglesa y se convirtió en "Extrañas".

En este libro te centras en la búsqueda del conocimiento a la vez que exploras los extremos, los amores complejos, con personajes que tienen que tomar decisiones difíciles. ¿Cómo ves la evolución de la sociedad hasta la actualidad? ¿Qué nos dice la novela del mundo actual?

Yo creo que ha habido avances sustanciales en el trato a las personas diferentes. Te lo digo porque aquí en las regiones rurales del norte de México, en el estado de Coahuila, que es frontera con Texas, veo el trato que le dan los campesinos y los ejidatarios a las personas, a los hijos que tienen una diferencia, una discapacidad.

Ya no es como antaño, donde se les amarraba con los animales. Aquí se les respeta, hay escuelas especializadas, y hasta en los pequeños pueblos hay ciertas mejoras para que las personas en silla de ruedas puedan moverse.

Entonces, sí creo que ha habido una mejora sustancial, pero no podemos olvidar que en cuanto a la diferencia, chocan dos versiones.

Una que viene de la naturaleza, en la que el más fuerte sobrevive. Incluso las madres de las crías que no están fuertes las matan.

Hay una tendencia natural al rechazo, a decir, esta gente no tiene por qué estar aquí, pero en el otro lado, la civilización dice, tenemos cabida para todos, debemos ser empáticos, abrir espacio a nuevas formas de pensar, porque también hay discapacidades y nuevas formas de pensar que enriquecen el cúmulo de conocimientos de la humanidad.

Por ello sí creo que hemos mejorado mucho, falta aún, pero creo que vamos en buen camino.

¿Pero cómo luchar contra esos prejuicios de lo que es diferente?

Es normal. Cuando no tienes contacto con la diferencia, la diferencia para empezar te cuestiona. Cuestiona tu propio tu propio físico y tu propia mente. Lo diferente por alguna razón aún incomoda.

Me lo decía una vez cuando hice un documental sobre síndrome de Down, una persona con síndrome de Down, a la que le pedí que escribiera las preguntas y que entrevistara a otro con síndrome de Down.

Las preguntas que él hacía eran sin filtro alguno.

Uno le decía al otro, ¿no estás cansado de que te vean como monstruo? Y el otro decía, sí, yo no soy un monstruo, no sé por qué los niños me tienen miedo, por qué los adultos no me ven a los ojos, por qué cuando voy con mi mamá, cuando hablan de mí, le hablan a ella y no a mí.

Todas estas cuestiones que de alguna manera trata de abordar "Extrañas".

¿Te has encontrado alguna vez con personas con algún tipo de discapacidad confinadas con cerdos o gallinas como los que se describes en tu novela?

Yo personalmente no, pero dentro de esa serie de documentales que hicimos, un amigo sí encontró a un muchacho amarrado desnudo entre los pavos, que tenía parálisis cerebral.

Yo vi el material y luego me contaron cuando fui a Santander a presentar el libro, que en un pueblo de Cantabria hace apenas unos 10 o 15 años encontraron a gente amarrada entre los animales de la misma forma en que está descrito en la novela.

La persona que me lo contó me dijo que no podía creer que en la Europa de este siglo todavía encontráramos ese tipo de conductas.

Portada del libro "Extrañas"
Cortesía
La portada es de un cuadro de pintor chileno Guillermo Lorca García.

Animales, bestias, espantajos, seres aberrantes…son solo algunos de los nombres que dedican personajes de tu novela a personas nacidas con algún tipo de discapacidad o malformación y que eran vistas como una vergüenza y una carga para las familias. ¿Por qué crees que se dudaba de su humanidad?

Porque no podían comunicarse con ellos.

Creo que la forma en que el humano distingue al otro humano es la comunicación, y cuando no te puedes comunicar con esas personas y además esas personas no tienen movilidad, algunas no pueden ni levantarse, ni caminar, ni siquiera mover las extremidades, entonces dices esto no es un ser humano, esto es un animal, porque si fuera un ser humano podría comunicarse conmigo.

Creo que la falta de comunicación es lo que hizo que mandaran al ostracismo a estas personas diferentes.

¿Y cuánto tiempo se mantuvo ese ostracismo?

Todavía pasa en varios países.

Me enteré el otro día que tienen un muchacho con parálisis cerebral metido en un cajón de madera y nunca lo han sacado de ahí, en un pueblo de México. Y de otros muchachos con síndrome de Down a los que nunca sacan del cuarto porque les da vergüenza.

A raíz de la novela, me cuentan casos en los que se sigue presentando de alguna manera este tipo de deplorables situaciones.

En "Extrañas", el lector contempla a lo largo de las páginas la importancia del desarrollo de la ciencia, la lucha contra la religión, el oscurantismo, ¿qué paralelismos ves entre ese tiempo y el actual donde existen negacionistas del cambio climático o que ponen en duda cosas como las vacunas?

Aquí la paradoja de Marx es que Marx creía que la revolución la iba a hacer el proletariado. Y el proletariado cada vez está siendo más de derecha.

La izquierda, en lugar de ser alguien que quiere beneficiar al proletariado con medidas económicas, está haciendo una guerra cultural. Está más preocupada por cuestiones que al proletariado no le interesan.

Mientras, la derecha y la ultraderecha están ganando terreno a pasos agigantados aprovechándose muchas veces de la ignorancia de la gente, como este negacionismo de la ciencia, o de plano cerrarse a cualquier otra posibilidad de ser humano.

Y está sucediendo en varios países.

España no está lejos de eso, Francia, Hungría y Polonia, ni qué se diga, Italia, dónde iba a imaginar uno que Italia regresara a la ultraderecha. Brasil con Bolsonaro, Estados Unidos con Trump.

Algo tenemos que hacer para que la gente tenga sus necesidades económicas resueltas antes de empezar las luchas meramente culturales.

¿Dirías que los obstáculos que antiguamente ponía la religión al avance de la ciencia y del desarrollo, ahora vienen por parte de la política?

Sí, porque también lo políticamente correcto se ha convertido en un horror.

Todo el tiempo quieren cancelar. La palabra cancelar es como de las señoritas de la Liga de la Decencia, ¿no? Vamos a prohibir ese libro porque nos escandaliza.

Entonces, entre la derecha negacionista y la izquierda políticamente correcta, pues el margen de maniobra se reduce, se hace cada vez más estrecho.

Por otro lado, ahora estamos en un momento en donde la ciencia avanza a pasos agigantados y todo el mundo habla, por ejemplo, de la inteligencia artificial. ¿Pero cómo afectan estos avances a las personas y a sus valores?

Mira, yo creo que tenemos que ser muy cuidadosos de crear un mundo sin trabajadores.

Antes tú salías en una plaza comercial del estacionamiento y había una persona que te cobraba el boleto. Ya quitaron eso. Ya quitaron cajeros en los supermercados. Ahora ya hay drones que recogen las manzanas, por ejemplo, que era un trabajo de migrantes mexicanos.

Creo que este es un problema más grave de lo que se ve a simple vista.

Estamos creando masas de desempleados y eso va a crear una convulsión social muy fuerte.

Hay quien dice que es mejor la eficiencia que el ser humano. No, no. La eficiencia tiene que estar en función de lo que es la necesidad de los seres humanos.

Si ya de por sí hay una pauperización en el mundo y la concentración de capital ha aumentado brutalmente. Con esto va a ser el acabose.

Yo si pudiera, si estuviera en mi mano, lo revertiría y preguntaría qué es lo que queremos.

En el pasado has dicho que sientes, piensas y actúas como cazador, algo que puede entreverse en escenas de "Extrañas", como cuando el protagonista encara a una manada de leones. ¿Qué opinas sobre las críticas en torno a la caza o el debate que hay en países como España sobre el trato que se dispensa a los perros de caza, de los que se dice que son abandonados cuando termina la temporada?

Bueno, para empezar lo de los perros es completamente falso. Hay gente que compra perros como mascotas y los abandona. Es el mismo promedio de gente que abandona mascotas que dede cazadores que abandonan perros.

Para un cazador como yo que amenacen la cacería te puede hacer inclinarte incluso por partidos políticos por los que nunca imaginaste votar.

Mi vida es la cacería. De hecho, estoy aquí cazando. Vine a cazar marranos salvajes. Si me lo quitas, me muero.

Creo que es un debate de urbanitas, la verdad. Nunca en ningún país al que he ido, un campesino o un agricultor me ha reclamado que sea cazador. Siempre es clase media alta, urbana, la que tiene este discurso contra la cacería.

Ahora, dicho esto, hay cazadores que detesto a muerte. Cazadores que matan a un animal y dejan que se pudra y no hay un aprovechamiento. Lo detesto. Cazador que mata una especie en extinción, lo detesto. Es más, por mí, aunque sea mi amigo, que lo metan a la cárcel. Eso es un crimen.

¿Y qué parte de ser cazador influye en tu obra?

Lo que hace la cacería es que te acerca a las verdades más profundas de la naturaleza. Entiende las contradicciones de la vida y la muerte. Es muy extraña la profundidad que te puede traer.

Yo sé que es difícil que la gente lo entienda, pero cuando he traído anticazadores a cazar empiezan a entender que no es lo que ellos creen. Es mucho más profundo el rito.

Creo que como escritor, como creador, mi material de trabajo es fundamentalmente las paradojas de la condición humana. Sin esas paradojas no puedo escribir, no se puede entender la condición humana, ni qué tanto tenemos de naturaleza.

Hay una serie de ritos que hacen los animales que son muy parecidos al de los humanos. Desde cómo se comportan las hembras con los machos a cómo se comporta el macho dominante, al bullying entre los animales, a la muerte, a la pertenencia.

Siento que si no cazara no podría entender la naturaleza humana.

Hace tiempo también hablaste de que el mundo se divide entre quienes tienen miedo y los que tienen rabia. ¿Qué es lo que más rabia y más temor te causa?

A mí lo que más rabia me provoca es la injusta distribución de la riqueza. Me parece un gran error que una sociedad no puede darle trabajo, salud y posibilidades a todos sus miembros. Y comprensión.

Parte de la inseguridad que se vive en este país, mi país, viene de que a la gente se le acabaron las opciones.

Mucha gente decente emigró a Estados Unidos, porque tenemos esa válvula de escape, pero otros dijeron, no tengo oportunidades, las oportunidades me las dan los narcos y se va a trabajar con ellos.

Así, gente que es buena de pronto empieza a corromperse moral y éticamente y encuentran justificado matar.

Me da mucha rabia que no seamos una sociedad capaz de darle trabajo a todos, así como posibilidades de educación y salud.

Y el temor más grande es que le pase algo a la gente que quiero, no a mí, sino a mis hijos, a mi mujer, a mis hermanos, a mis amigos, eso sí me preocupa. A mí ni modo. Pero ellos sí me angustian mucho.

Guillermo Arriaga con su familia
Getty Images
Guillermo Arriaga, con sus dos hijos y mujer, a su llegada a la ceremonia de los Oscar, donde estaba nominado por su guion de la película "Babel".

"Cielo abierto" marcó tu debut en los años 90 como guionista; sin embargo, nunca llegó a realizarse. Ahora se estrena en el Festival de Venecia con tus hijos como directores. ¿Cómo ha sido trabajar con ellos en este proyecto?

El placer, el orgullo y el honor más grande que puede tener un padre es ver que sus hijos le superan con creces.

Me hace muy feliz que mis hijos me hayan dejado atrás, muy feliz. Son mucho mejor cineastas que yo, mucho más talentosos que yo y eso me llena de orgullo y alegría.

La película cuenta la historia de unos hermanos que quieren encontrar al responsable del accidente que causó la muerte de su padre. ¿Se debe vengar la muerte de un ser querido a toda costa? ¿No trae eso más rabia y dolor?

En "El Salvaje", mi novela previa a "Salvar el fuego", planteo que siempre estamos entre el perdón y la venganza, pero se puede no vengar sin perdonar.

A veces, lo más sabio es seguir el camino. Porque la venganza se convierte en una espiral que te esclaviza y como decía Confucio, en tu camino a la venganza cava antes dos tumbas.

Creo que la venganza, en realidad, no conduce a nada. Desde chiquitos, a mis hijos les dije, nunca hay que vengarse. Tu calidad humana no puede depender de la calidad humana de los demás.

BBC Mundo habló con Guillermo Arriaga en el marco del Hay Festival Querétaro, que se celebra del 7 al 10 de septiembre en esa ciudad mexicana.

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