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Líquido vital, ¿en serio?

Sergio Campos scampos@iadb.org | Lunes 22 marzo, 2021

Sergio Campos

Este mes celebramos el Día mundial del agua y Naciones Unidas nos ha lanzado a propósito de esta fecha una importante pregunta: ¿Qué valor tiene el agua para ti? Seguro respondemos con la muletilla más común del mundo: el agua es “el líquido vital”. Pero la verdad es que no le hemos dado al agua el valor que profesamos y ahora estamos pagando las consecuencias de haberla utilizado como si fuese un recurso infinito. Todavía 77 millones de personas carecen de acceso a agua segura en América Latina y el Caribe, y más de dos tercios de la población tiene servicio discontinuo en la región que, irónicamente posee las mayores reservas de agua dulce por habitante del planeta.

Tenemos, entonces, una deuda pendiente que difícilmente vamos a cumplir si seguimos el camino de siempre.

Primero, porque las inversiones históricas, con el paradigma de grandes obras de infraestructura costosa es imposible de sostener y no han cerrado brechas de acceso y han acentuado la desigualdad. De hecho, en promedio los pobres en nuestra región pagan más por el agua que la clase media o los más ricos ya que la deficiencia en la previsión del servicio los obliga a comprarla de proveedores informales, a veces poco fiables. La desigualdad es todavía más apremiante en el servicio de saneamiento, puesto que todavía 18 millones de personas defecan al aire libre, mientras que 31% de los hogares de la región no están conectados a alcantarillado sanitario.

Luego, el cambio climático y el mal manejo de los recursos hídricos han roto los ciclos de abundancia y escasez con los que hemos manejado el agua. De hecho, algunos de nuestros centros urbanos más poblados están bajo amenaza constante de estrés hídrico.

Pero tenemos la oportunidad de subsanar las brechas históricas de inversión y la necesidad de protegernos frente al cambio climático a través de nuevos paradigmas para atajar los problemas de siempre y los que nos presenta el cambio climático. En ese sentido, Panamá dio un paso en la dirección correcta al adoptar un Plan Nacional de Seguridad Hídrica que traza una hoja de ruta en ese sentido para un periodo de diez años.

Desde el BID hemos apoyado el desarrollo e innovación, a través de herramientas como HydroBID, que utiliza tecnología satelital e información específica de las cuencas hídricas para crear escenarios de disponibilidad presente y futura del agua. Esta herramienta ya está implementada en 20 países de la región, que en el futuro contarán con datos confiables para establecer planes de manejo integral de sus recursos hídricos, además de pronosticar mejor los fenómenos de inundaciones y sequías.

También promovemos programas de infraestructura verde, que combinan la inversión en protección ambiental de cuencas hídricas con planes de manejo sostenible del agua. Quizá el mejor ejemplo es la Alianza Latinoamericana de Fondos de Agua, un mecanismo innovador de financiación que une al sector público, privado y la sociedad civil para destinar recursos y programas para proteger cuencas de las cuales depende el abastecimiento de grandes centros urbanos. Agua Tica, el Fondo de Agua del Gran San José trabaja en esa línea para preservar los recursos de los que dependen más de 1.75 millones de personas.

Proteger nuestras cuencas es, hoy más que nunca, un seguro de vida para un escenario en el que el cambio climático es una realidad cada vez más apremiante.

La etapa de recuperación pospandemia nos abre una oportunidad única para generar empleos a través de inversiones que incorporen las innovaciones tecnológicas y de gestión para proveer más y mejores servicios con menos recursos que antes, y al mismo tiempo, volvernos más resilientes frente al cambio climático.

Estamos todos a tiempo de, en verdad, darle al agua el valor fundamental con el que la llamamos el líquido vital.






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