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Legado imprescindible

| Jueves 26 marzo, 2009




Legado imprescindible

• Con su más reciente producción, Clint Eastwood se anota un rotundo éxito artístico y comercial

Gran Torino
(Gran Torino)
Dirección: Clint Eastwood. Reparto: Clint Eastwood, Christopher Carley, Bee Vang, Ahney Her. Duración: 1.56. Origen: EE.UU. 2008. Calificación: 10.

El olfato para escoger proyectos relevantes, es parte de las cualidades que poseen los grandes realizadores. Además de su consumado talento como narrador, Clint Eastwood goza precisamente de un excelente olfato, que le ha permito construir una filmografía envidiable. El legendario cineasta californiano sigue mejorando, depurando su arte y elaborando un clásico tras otro.
La racha continúa con “Gran Torino”, impecable drama interpretado, producido y dirigido por el mismo Eastwood, con base en un libreto de Nick Schenk. El héroe Walt Kowalski, parece diseñado a la medida para Eastwood, pues recuerda a muchos de los hombres rudos que él encarnó en el pasado.
Kowalski es un veterano de la Guerra de Corea, quien acaba de quedar viudo. Ermitaño, gruñón y racista, detesta a sus vecinos afroamericanos y orientales. No tiene amigos y ha perdido el contacto con sus hijos y nietos. Junto a su perro, vive en una casa modesta, en la periferia de Detroit, custodiando su bien más preciado: un automóvil marca Ford del año 1972, modelo Gran Torino.
Una noche, un jovencito perteneciente a la comunidad hmong, ingresa a su garaje e intenta robar el vehículo, por cuenta de una pandilla local. Kowalski lo sorprende y lo amenaza con un rifle. Es el comienzo de una insólita relación, destinada a transformarse en un profundo lazo de amistad y respeto.
Es una historia ejemplar: simple y coherente, clarísima en su desarrollo y en sus implicaciones morales, deja un legado imprescindible. Los conflictos entre el protagonista (de origen polaco) y los extranjeros que han estado “invadiendo” su barrio, encierran consideraciones fundamentales acerca de la xenofobia y la necesidad de vencer a los prejuicios, para construir una sociedad más justa.
Cuando el filme se tiñe de tragedia y el público espera soluciones brutales, al estilo de “Harry el sucio” (1971), surge un poderoso mensaje humanista, que invita a rechazar la violencia como método para resolver problemas. Además, la figura secundaria del sacerdote, inspira valiosas reflexiones espirituales sobre pecado, expiación, el sentido de la vida y el misterio insondable de la muerte.
El mecanismo narrativo es tan riguroso, que el espectador casi no se percata de su gran riqueza conceptual. Es un caso insólito de película rentable y a la vez comprometida, que cautiva y ofrece una experiencia enriquecedora.
En su trayectoria actoral, pocas veces Eastwood ha sido tan convincente como en este retrato de un ser humano obligado a enfrentar sus propios errores. Aún así, la dirección comedida, precisa y esencial, es lo que hace de “Gran Torino” un modelo de integridad y solvencia formal.






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