Las jubilaciones: un fraude estatal
| Viernes 18 enero, 2013
Los jóvenes de hoy, que luchan para darles sustento a sus familias, no son responsables por las acciones de políticos que no tenían derecho a hipotecar el futuro de generaciones aún no nacidas
Las jubilaciones: un fraude estatal
Es explicable la triste situación que revela el periodista Óscar Rodríguez en su reportaje Caja de papel: años de propaganda estatal han llevado a muchas personas a creer que sus “contribuciones” se colocaban en un “fondo de jubilaciones” mediante un “seguro”, para obtener beneficios en la vejez. Pero ha sido un gran fraude.
Aquí, y en casi en todos los países, el Estado obliga a pagar un “seguro” que es un fraude, una pirámide financiera. Casi nada de lo que se recauda se ha ahorrado o invertido para las jubilaciones. Más bien, el Estado se traslada a sí mismo la gran mayoría de los fondos a cambio de “papelitos”, de bonos de deuda estatal. Y el Estado incurre esta deuda cuando despilfarra dinero en fines que no tienen nada que ver con jubilaciones.
Pero nadie ha ido a la cárcel por este fraude. Más bien, los políticos que lo llevaron a cabo y lo continúan realizando consiguieron lo que querían: fueron elegidos y reelegidos durante unos 70 años.
Pero los jóvenes de hoy, que luchan para darles sustento a sus familias, no son responsables por las acciones de políticos que no tenían derecho a hipotecar el futuro de generaciones aún no nacidas.
El país tiene la peor concentración latinoamericana en papelitos (88%), y Chile tiene la mejor (15%). ¿Por qué? Chile fue el primer país del hemisferio en crear esta pirámide, así que fue la primera en colapsar, hace unos 30 años; y abandonó el sistema estatal obligatorio para los jóvenes trabajadores, lo que generó beneficios como una gran disponibilidad de préstamos e inversiones para proyectos de desarrollo. Pero enumerar estas ventajas sería un tema aparte.
Por cierto, mientras los trabajadores y las empresas privadas son forzadas a cotizarle cuotas obreras y patronales a este fraudulento sistema —bajo amenaza de cárcel o cierre—, el mayor empleador y moroso del país, el Estado, no paga y en vez le envía más papelitos a la Caja. ¿No es este el colmo de la hipocresía?
Los políticos dicen, en efecto, que se necesita un seguro obligatorio porque los trabajadores supuestamente no tienen la sabiduría ni la fortaleza moral para ahorrar para su futuro.
Pero entonces, ¿cómo justifican acudir a esos mismos trabajadores para decidir el futuro del país, mediante el voto de quienes los políticos consideran incapaces de manejar sus vidas, porque urge que se les impida desperdiciar sus propios ingresos? Si los políticos fueran consecuentes, ¿no deberían impedirle votar a los trabajadores?
Y nótese que este fraudulento esquema pretende llevar a cabo al menos dos asaltos. El primer asalto ocurre al obligarlo a uno a contribuir a la pirámide estatal; el segundo asalto sería al cobrarnos impuestos para cancelar los papelitos en manos de la Caja cuando vencen.
Pero conociendo a los políticos, es probable que también le quiten los nuevos fondos a la Caja a cambio de otros papelitos, para pagar más despilfarros, lo que requerirá un tercer asalto... ad nauseam.
Raúl Costales Domínguez
Escritor