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Las diferencias entre los populistas

Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 29 julio, 2009



Las diferencias entre los populistas


Hay populistas de dos tipos en la América Latina contemporánea; ambos son nocivos, unos más que otros, y es importante entender las diferencias. Para los costarricenses, que se han salvado de la enfermedad política del populismo por lo menos en su historia reciente, lo que ocurre en otros países puede ser confuso. Viven en una nación que ha logrado fortalecer su estructura institucional y su estabilidad económica al punto que ostenta una plataforma que le permite aspirar a salir de la desgracia de la pobreza y el retraso que aflige a tantos de sus vecinos.
El populismo se define en dos partes y es en estas que estriban las diferencias. Primero se caracteriza por ofrecer un líder fuerte y carismático que se presenta como “salvador,” y que hace todo lo posible para borrar las distinciones entre él como persona y su partido político, la presidencia, y el gobierno; a la vez intenta acabar con el concepto de poderes independientes. Todos los populistas tienen esta primera definición en común. Segundo, el populismo aboga por la redistribución de la riqueza, pero de forma insostenible; son pocos los contemporáneos que han caído en esta trampa.
Al analizar los mejores ejemplos actuales del populismo —Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa, Daniel Ortega—, todos están empeñados en implementar la primera parte de la receta populista donde se enfatiza el personalismo a expensas de la institucionalidad. Pero hasta la fecha solo el venezolano está implementando la segunda parte de la receta para desdicha de sus compatriotas.
Un ejemplo histórico de lo segundo, que además es fácil de entender fue lo que pasó en Cuba en 1959 y 1960. Fidel Castro, consciente de la dieta deficiente de tantos de sus compatriotas, y viendo que había mucho ganado en la isla, ofreció carne de res a todo el mundo a precios bastante reducidos y en muchos casos regalada. Durante esos dos años la nutrición cubana mejoró significativamente, pero cuando el ganado desapareció también dejó de existir el programa “bistec pa todo el mundo”; tampoco había leche para los niños. Los canadienses ofrecieron y entregaron sementales, pero desde entonces nunca ha sido la carne parte de la dieta cubana de forma significativa.
En 2009 ya ha ido desapareciendo la carne, el pollo, y los huevos, del mercado de Venezuela por la misma razón. Otros productos de primera necesidad escasean y lo único que queda que es barato y siempre disponible es el combustible —no se puede comer, desde luego.
Daniel Ortega admira a Hugo Chávez y agradece su ayuda, pero aparentemente aprendió de sus experiencias de los 80 y no ha metido la mano en el proceso productivo. El líder nicaragüense no quisiera regresar a los tiempos cuando el huevo, el frijol y el maíz se racionaban y el papel higiénico se convirtió en un gran lujo. Correa y Morales tampoco siguen el ejemplo del caudillo de Caracas.
La América Latina es la región mundial donde la distribución de la riqueza es la más desigual, y hay que tomar medidas para rectificar la situación. Pero se tiene que hacer de forma sostenible. Muchos de los populistas actuales son malos para la democracia, pero por lo menos no interfieren en la economía de manera que exacerbe la pobreza.

cdenton@cidgallup.com

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