La sociedad de los obesos
Arturo Jofré arturojofre@gmail.com | Viernes 26 marzo, 2010
La sociedad de los obesos
En Louisville, Estados Unidos, una enorme imagen del coronel Sanders se alza con su característico traje blanco para recibir a los visitantes a su museo, en una mano sostiene una cajita de papas fritas y al fondo se divisa una caja gigante que simula los envoltorios de las piezas de pollo frito que han inundado el planeta.
Ahora en muchos lugares el coronel o el aguado Ronald, cual deportistas destacados, posan junto a los niños para que estos guarden las fotos que los mostrarán saludables y llenos de vida… para cuando ya no lo sean. Es la vida moderna, agitada y sin tiempo, en que la comida adquiere un valor por la cantidad, el precio y el sabor, nada más.
Cualquiera que visite lugares donde se concentren grandes cantidades de jóvenes en Estados Unidos, sean colegios o parques de atracciones, se asombra de ver tanta obesidad. Las cifras confirman esta dura realidad, por eso el gobierno del presidente Obama ha iniciado una cruzada nacional que encabeza la primera dama. No es para menos, la obesidad está provocando cientos de miles de muertes más por año que todas las guerras juntas.
Se conocía a la obesidad como el mal de los países ricos, pero ya no. Hace un par de años la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado que la obesidad es una epidemia mundial y como tal debemos enfrentarlo. En otras palabras, no podemos dejar a nuestros niños y adolescentes desamparados frente a este nuevo signo de los tiempos. Cualquier política agresiva y efectiva en este campo redundaría no solo en la salud de la población, sino que evitaría costos enormes en el sistema de salud.
Desde los años 80 la obesidad en América Latina ha tendido a crecer debido, entre otros factores, a la fuerte incidencia de la comida rápida. Es una epidemia como cualquier otra, solo que es silenciosa, ya que se puede iniciar en la niñez o en la juventud, pero sus mayores consecuencias se sufren después, sea por problemas cardiacos, diabetes, u otras enfermedades graves.
Para peor también se están dando consecuencias tempranas como la baja de autoestima, las tendencias depresivas y la conducta rebelde.
Un plan nacional que ataque al problema, desde diversos frentes, es imprescindible. Se trata de políticas de salud coordinadas a nivel nacional, que sean sostenidas y ejecutadas eficazmente e impliquen cuantificación de logros.
Como se trata de crear y cambiar hábitos de vida, el problema no es fácil y es aquí donde la familia tiene un rol fundamental que jugar. Los centros educativos constituyen otro foco de atención de alta importancia: concentran más de 1 millón de niños y jóvenes, tienen la tarea de crear y cambiar hábitos y además la obligación de ser consecuentes con el tipo de alimentos que se expenden en ellos.
En todos los campos algo se está haciendo, pero la tarea es titánica, a fin de cuentas se trata de una nueva epidemia… y se trata de la nueva sociedad que emerge.
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