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La segunda vuelta en Guatemala

Carlos Denton cdenton@cidgallup.com | Miércoles 21 septiembre, 2011



La segunda vuelta en Guatemala

Otto Pérez Molina, el candidato que recibió más votos en la elección del 11 de setiembre, habló en conferencia de prensa el día siguiente de una “victoria histórica”; recibió un poco más del 35% de la votación emitida en esa jornada electoral. Un 65% de los guatemaltecos ejerció su derecho al sufragio votando por otro. En segundo lugar quedó Manuel Baldizón, que será su adversario en la segunda vuelta del 4 de noviembre; este recibió 23% de los votos.
¿Cómo pudo Pérez calificar ese 35% como un hito histórico? Lo hace porque en elecciones previas el candidato en primer lugar ha recibido menos a veces por debajo del 30%. Estas proporciones de los votos, insólitas para otras naciones, son típicas para el “ganador” en una contienda guatemalteca. Es que el país realmente no tiene partidos políticos en el sentido moderno de la palabra, y la elección presidencial es casi exclusivamente una carrera entre personas. Ponen una banderita y un nombre, quizás un color para identificar ideología, pero lo que cuenta es el candidato y unos posibles legisladores que lo apoyan.
En el caso de Pérez su afiliación es el Partido Patriota, (PP) fundado cuando él decidió anunciar su candidatura, y probablemente destinado a desaparecer unos años después de que termine su periodo, si es que gana la segunda vuelta. El PP tendrá más diputados que otras agrupaciones en la próxima legislatura, pero será minoría. La Unión Nacional de la Esperanza (UNE), del presidente Alvaro Colom, tendrá la segunda bancada en cuanto a números. Pérez, por más fuerte que se autopercibe, tendrá que transar con otras agrupaciones para poder gobernar. Si negocia con la UNE, tendrá que tratar con Sandra Torres, candidata presidencial de esa agrupación, que fue excluida por las dudas en los tribunales de la veracidad de su divorcio de Colom.
Ha habido situaciones, el caso del presidente Jorge Serrano Elías con un diputado es el mejor ejemplo, donde el presidente de la República ha tenido muy poco apoyo en la Asamblea. Serrano intentó un autogolpe y fue destituido; vive en exilio en Panamá desde hace muchos años.
Cuando se trata de una elección “personalista,” toma tiempo darse a conocer; no hay base partidaria que sirva para promover el nombre y las calidades del candidato que ofrece. Lo típico es que los presidentes corren una vez para darse a conocer, y en la segunda o tercera llegan a la victoria.
Históricamente sí había partidos políticos permanentes como la Democracia Cristiana (Vinicio Cerezo) y el Socialista (Jacobo Arbenz Guzmán), pero estos ya dejaron de existir. Ahora con cinco mil firmas cualquiera puede registrar una agrupación y en las votaciones del 11 de setiembre hubo más de diez “partidos políticos” participando.
La falta de una institucionalidad partidaria separa el ciudadano del proceso de toma de decisiones. Si quiere comunicar una necesidad no hay un “dirigente local” del partido que apoyó, y a quien puede dirigirse. Tampoco fluye bien la comunicación persona a persona en la otra dirección, de gobernante a gobernado. En un país donde 25% de la población habla un idioma que no es español, donde hay analfabetismo entre uno de cada seis adultos, la falta de mecanismos que rigen en periodos interelectorales provoca insatisfacción y gobiernos, no importa su popularidad cuando se eligen, que terminan mal.

Carlos Denton
cdenton@cidgallup.com


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