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La oclocracia nos domina

Leopoldo Barrionuevo leopoldo@amnet.co.cr | Sábado 02 julio, 2011



ELOGIOS
La oclocracia nos domina


El cratos griego nos sigue invadiendo desde los puntos de vista político e histórico debido a que define o etiqueta las formas de gobierno y a veces se lo confunde con crasos que se refiere a carácter y es allí donde los menos advertidos meten la pata al escribir idiosincrasia con ce y no con ese.
Pero debo confesar que el término oclocracia se me había pasado de largo en la secundaria y ahora que se está poniendo de moda, nos obliga a zambullirnos en Internet para hurgar en la olvidada etimología y en el fascinante griego, que junto con el latín fueron sepultados como lenguas muertas pero asoman permanentemente toda vez que no sabemos de qué se trata.
La democracia es en teoría el gobierno del pueblo, pero además Aristóteles supo ver que la oclocracia es el gobierno de la muchedumbre, la plebe, la multitud, es decir, la degeneración de la democracia misma, una inevitable deformación posible a la que también hizo referencia Rousseau en su “Contrato Social”.
Y si bien la historia reciente nos provee múltiples ejemplos de la voluntad popular cayendo en la violencia, en la ilegalidad, en la corrupción, es siempre la demagogia y el populismo que encierran el desmán y el desborde que conformaron la naturaleza del fascismo, el nazismo, el stalinismo los cuales en nombre de la democracia degeneran en la oclocracia donde se instalan sectores de criminales, ladrones, asesinos y lo que es peor: la mediocridad instituida, el ladrón de cuello blanco y traje Armani, el pillo y el vividor que viven de la prebenda, además de estar protegidos por leyes que más que castigarlos los protegen y convierten a sus acciones en impunidad. No me diga que usted no es capaz de echar una mirada sobre nuestros países y no sabe distinguir en qué estrato de miseria moral se encuentra cada uno y cómo decaen algunos en nombre de la permisividad.
La línea entre el denominado pueblo y la canalla es casi imperceptible hoy por hoy y es indudable que no se llega a ello porque sí: la ausencia de liderazgo, la decadencia de los egregios y el advenimiento de los mediocres gobiernan por doquier.
Este pequeño país, tan igualado cuando lo conocí, está abriendo un abismo entre los pobres y los otros y no me atrevo a llamarlos ricos porque son ostentadores de una abundancia ficticia que desborda lo moral pero son limpios a pesar de todo, tal vez porque muchos son esclavos del detergente y lavan todo lo que se les pone delante.
O tempora, o mores! Exclamaba Cicerón para expresar su indignación por la perversión que condujo a Roma a la autodestrucción plebeya más indigna de la historia, lo que demuestra que también puede desaparecer lo manifiestamente poderoso, sólidamente constituido y motivo de orgullo de sus ciudadanos en la medida que va cayendo poco a poco, casi sin notarse porque la vida es breve y el error profundo…
La putrefacción puede descubrirse por cualquiera de los sentidos y también por el sentido común pero los más pendejos se dan cuenta tarde porque solo se guían por el olor a podrido.

Leopoldo Barrionuevo
leopoldo@amnet.co.cr




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