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"La crisis es un desafío ético"

| Martes 13 octubre, 2009




En América Latina se pasará de 182 millones de pobres a 190 millones, más del 35% de la población
“La crisis es un desafío ético”
• El argentino Bernardo Kliksberg está considerado como uno de los padres de la Responsabilidad Social Empresarial, la gerencia social y la ética para el desarrollo

Daniel Zueras
dzueras@larepublica.net

Autor de 47 libros, su última publicación, “Primero la gente” (escrito junto al Premio Nobel de Economía, Amartya Sen) va por su sexta edición.
Ahí el argentino Bernardo Kliksberg muestra que, hasta hoy, la gente no ha sido una prioridad ni para la política, ni para la economía. Pero tiene una visión optimista y muestra que es viable el poner a las personas como centro del sistema.

¿La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) está sufriendo los embates de la crisis?
Plantea nuevos dilemas y desafíos más exigentes, abre la oportunidad de fortalecer la RSE. En el último año se ha incrementado en 100 millones el número de pobres, llegando a los 1.020 millones en el mundo. Una de cada seis personas. En América Latina vamos a pasar en un año de 182 millones de pobres a 190 millones, más del 35% de la población.
La crisis es un desafío ético. Hay que medir la economía de otro modo, con nuevos indicadores además de los ya existentes. La pobreza es un escándalo ético. América Latina tiene un potencial gigantesco, pero el 10% de las personas más ricas tiene 50 veces más que los más pobres. El fuerte incremento del PIB en los últimos cinco años no ha llegado a todos.

¿Qué es lo que ocurre?
Están atrapados en las “trampas de la pobreza”. Nacen ya desnutridos, no terminarán primaria o secundaria, porque entrarán al trabajo informal, y sin estudios no podrán encontrar empleo en la economía formal.

¿Qué se puede hacer?
Son necesarias políticas que rompan la desigualdad para crear oportunidades. El porcentaje del PIB destinado a educación y salud en América Latina es muy bajo, alrededor del 4,5%. Costa Rica está muy por encima, es un buen ejemplo.

¿Cómo puede entrar ahí en juego la RSE?
Las empresas pueden jugar un rol fundamental. Las políticas públicas son las principales responsables de asegurar la alimentación, la salud, la educación y el trabajo. Pero las empresas privadas deben colaborar activamente, no deben ser narcisistas y mirar solo su cuenta de resultados.
Esa colaboración es un “ganar-ganar”, para la empresa y la sociedad. Divido las empresas en tres clases: narcisistas, en las que hay que maximizar las ganancias para sus dueños; las filantrópicas, que aportan a las causas de interés público para lo que les interesa, y de forma esporádica; y las que reclamamos la verdadera RSE, que tratan bien a su personal, ambientalistas, transparentes, que juegan limpio con el consumidor y comprometidas con las grandes causas del interés colectivo.

¿En qué momento está América Latina?
La mayoría son narcisistas. Hay algunos avances en filantropía, pero falta mucho para llegar al tercer estadio, y equipararnos al primer mundo.

¿Hay conciencia de RSE en las empresas del continente?
Ser verde y ser humano es bueno para la empresa, no es una política de mercadeo. Para las empresas latinoamericanas en general es solo mercadeo, pero muchas la comenzaron como una política de marketing y en el camino se convirtieron. Se ha visto que cuanto más se profundiza en la RSE, más rinde el personal, y sube la competitividad. Además, atraen a los trabajadores más calificados, que buscan organizaciones con una causa.

¿Qué se puede hacer para mejorar?
Invertir en educación, la RSE no llueve del cielo. Brasil ha avanzado mucho en ese sentido. En América Latina, la ONU lanzó la RedUnirse que agrupa a 126 universidades para enseñar a los líderes del futuro sobre la RSE. Acaba de terminar el primer programa, en el que hemos formado a 130 profesores de 90 universidades en 19 países de América Latina.

¿La sociedad ha aprendido tras todo lo que ha ocurrido?

Hay una reacción, una indignación moral. Estos días, en Estados Unidos, la gente está yendo a ver masivamente el documental de Michael Moore sobre los excesos de Wall Street (“Capitalism: A Love Story”). Hay una lucha entre la codicia desenfrenada de una minoría y la mayoría de la sociedad democrática, que quiere un modelo económico que sea para todos, basado en oportunidades de trabajo, educación y salud.
El modelo estadounidense está hecho trizas. Ha sido incapaz de proteger el bien más básico, la salud, tienen a 45 millones de personas sin ningún tipo de protección. Hay que poner de primero a la gente. Los países nórdicos lo han hecho y les va de maravilla.






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