La tonta ley de tránsito
Luis Alberto Muñoz redaccion@larepublica.net | Viernes 23 enero, 2009
Luis Alberto Muñoz
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A veces para poder entender lo que pasa en Costa Rica no hay otro modo más que ser costarricense. Lo digo porque este país es tan singular y complejamente irracional que no basta con haber viajado alrededor del mundo para ver situaciones que se dan aquí.
Una de mis favoritas recientemente fue la tonta ley de tránsito aprobada de carrera por una Asamblea Legislativa buscando quitarse el problema de encima o lavarse la cara.
Sin embargo, cuando las cosas se hacen mal no queda más que volverlas a hacer. Dice un proverbio chino que cualquier tonto hace bien las cosas la segunda vez. Habría que ver si se aplica a Costa Rica.
Ya me imaginaba la angustia de muchos padres intentando meter a sus muchachos de casi 12 años en sillitas para no recibir una multa.
Aunque esto fuera cierto, les hubiera tocado cargar en sus guanteras un certificado de nacimiento de su hijo para poder demostrar a un oficial de tránsito que este tiene más de 12 años.
Tan solo era necesario fijarse cómo lo hacen países más serios, por ejemplo no preocuparse por la edad sino por el tamaño del niño para determinar si debe ir en la sillita.
Otro buen chiste, las multas para peatones. Para este caso habría que hacer licencias para caminar y también inventar la creación del derecho del paso, similar al del ruedo, o bien perseguir a carreras al peatón para cobrarle la multa.
El asunto de los choferes malhumorados del transporte público requiere gran imaginación. Si un taxista viaja con un pasajero, será la palabra de uno contra la otra, y solo una persona con mucho tiempo libre tendrá la paciencia de denunciar para al final no recibir ningún beneficio directo.
Para engrosar la lista, la penalización de los conductores por altoparlantes es de ciencia ficción. Sospecho que los policías de tránsito tendrán aparatos tecnológicos especiales para medir el grado de “bulla”, además no se determina si la medición es hecha con las ventanas abiertas o cerradas y con suerte la realizarán mientras no pase un típico tráiler con la mufla suelta.
El monto de las multas. Aquí la ley aplica el principio de cobrar sanciones de país desarrollado mientras el Estado ofrece infraestructura del tercer mundo.
Igual de imprudente es el conductor ebrio como el “ingeniero” que se le ocurre construir una parada de bus a 50 metros de la salida de una pista.
O qué tal, los interminables huecos en las calles que fuerzan a los conductores a manobriar temerariamente para no destrozar el carro; la falta de demarcación, las capas sobre capas de baches, remiendos y cortes sobre las vías.
Es igual de delincuente el conductor temerario como el constructor de vías que en lugar de poner siete capas de asfalto que requiere una calle, al final pone dos ante los ojos de la impunidad.
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