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La ruta de la modernización del transporte público. Primera Parte octubre 23, 2022

Bernal Rodríguez redaccion@larepublica.net | Miércoles 02 noviembre, 2022

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Bernal Rodríguez

Presidente

Cámara Nacional de Buses (Canabus)

"lo que no se mide, no se puede mejorar" Peter Drucker

Siempre que se pretende definir un camino, una ruta o algún sendero; con el objetivo de movilizarse de un punto al otro, implica exponerse a que esa propuesta esté bajo cuestionamiento. Sin embargo, mantenerse en la parálisis por análisis es una alternativa peor, por tanto; cualquier acción siempre es preferente frente a la inacción.

Y es que la genuina necesidad de buscar "la ruta" de la modernización en el transporte público es hoy un absoluto imperativo. Día por día, las noticias sobre el decadente servicio de transporte público de cara al usuario es mucho más notorio, los reguladores tampoco cuentan con suficiente arsenal y métodos para regular adecuadamente la industria que les corresponde gestionar, los empresarios evidencian pesadumbre sobre el desempeño de la actividad y como país, nos vemos inmersos en una mayúscula incapacidad resolutiva del problema de movilidad.

Sin pretender exponer erudición sobre el análisis de la crisis actual del transporte público, bastará decir, al menos por el momento, que el modelo tradicional y conceptual de como debe funcionar el sistema de transporte, ya ha caducado. La máxima evidencia del fracaso es el abandono de usuarios del sistema de forma sistemáticamente creciente a lo largo de este siglo; es decir, millones de usuarios diariamente necesitan movilizarse, pero lo hacen sustituyendo el sistema de transporte público por otros medios alternativos existentes; lo anterior ya fue evidenciado por la Contraloría General de la República allá por el año 2018. Ahora con la pandemia por COVID-19 en el año 2020, informes de la Autoridad Reguladora de los Servicios Públicos muestran que el transporte público perdió el 67% de su demanda y se espera que para finales de 2023 se recuperen los niveles de demanda pre-pandémicos, nivel que como indicamos anteriormente viene en tendencia bajista.

Pero lo cierto es que desde inicios de 2020 a la fecha, la composición de la demanda ya es otra, los motivos y las necesidades de viajes son diferentes, el teletrabajo también ha influido profundamente modificando hábitos y frecuencia de viaje, finalmente aquellos usuarios que han dejado el transporte público difícilmente retornan, pues lo consideran riesgoso de enfermedades (COVID-19), incómodo debido a su alta congestión con la que se viaja actualmente (efecto mohring) y costoso debido a los frecuentes incrementos tarifarios, asuntos todos que han terminado por beneficiar a las plataformas tecnológicas de movilidad, como también a las alternativas de menores costos económicos (carro propio, motocicleta).

¿Cuál es entonces una propuesta honestamente viable sobre la ruta para la modernización del transporte público? En medio de este entorno tan distópico, la primero que corresponde recordar es que cualquier actividad económica implica un intercambio de bienes/servicios y de flujos monetarios, y que para mejorar cualquier sistema económico en operación debes regresarlo a nuevamente operar en condiciones de eficiencia.

Dicho eso, actualmente la prestación técnica del servicio se realiza con antiguos esquemas operativos construidos sobre la recolección de información y el uso de la estadística inferencial, herramienta que por definición opera con márgenes de error, sesgos de medición, riesgos de recolección de información. Por su parte el pago de la tarifa se realiza en metálico, en efectivo (billetes y monedas), tecnología de pago arcaica, fácilmente falsificable, portadora de virus y enfermedades, incapaz de generar información de pago y trazabilidad en los desplazamientos de los usuarios. No hay que tener una mente superior para comprender que un sistema económico que no genere información es imposible de mejorarlo, justamente porque no se puede medir, eso ya lo decía Peter Drucker a mediados del siglo pasado.

En este sentido la implementación del sistema de pago electrónico en el transporte público (SINPE-TP) es la base de la modernización, justamente porque al pasar del pago en efectivo al pago electrónico, se obtiene información veraz sobre las transacciones en el sistema, se mejora la recolección de la información y organiza a gran velocidad, también, la capacidad de agrupar las miles de transacciones en tiempo real permite generar un volumen de información para el análisis y en sí mismo ese volumen de datos es valioso, sin olvidar que dicha información proviene de una amplia variedad de fuentes (rutas).

La construcción del ecosistema de pago electrónico también permite la convergencia de otros actores que generalmente ha interactuado con los operadores del transporte de forma unidimensional, como por ejemplo es el caso de los bancos ofreciendo el clásico financiamiento de activos. Por el contrario, el pago electrónico permite la construcción de nuevas formas de relacionarse con la industria del transporte, viéndose ambos actores como socios, y donde todas la innovaciones tecnológicas y financieras que el sistema financiero ha desarrollado por años, tienen ahora la posibilidad de aplicarse en las centenas de miles personas que diariamente utilizan el transporte público.

Eficientizar el mecanismo de pago, mejora la ecuación del sistema de transporte, pues permite hacer de este un sistema moderno, atractivo y seguro. En buena hora que ya existen 6 rutas públicas integradas y en operación, que aportan cerca de 200 validadores al servicio de los usuarios de esas rutas, sistema que actualmente registra cerca de 1 millón de transacciones y que semana tras semana, miles de personas se suman a cancelar sus tarifas de transporte público con sus tarjetas bancarias. Este instrumento permite mejorar la disponibilidad de información, justamente para que los usuarios observen más valor en viajar en autobús frente a otros modos de movilización, los reguladores cuenten con data en tiempo real para ajustar los esquemas operativos de las empresas, para que los empresarios se presenten como abanderados confesos de la modernidad. Contar con la información permite mejorar el flujo de los recursos económicos y optimizar el funcionamiento del sistema de forma integral.

Bien entendido, el pago electrónico es el único camino que tenemos para modernizar el transporte público, pues le devuelve enteramente su alma, su "ethos" y hace además notorio el tecnicismo de esta disciplina; logrando de paso escapar del antiguo mapa conceptual mental que sobre la actividad se asienta, aquel basado en los rimbombantes proyectos inviables, así como las rápidas soluciones mesiánicas a los problemas sistémicos observables; fuentes de las fallidas y sesgadas políticas públicas impulsadas otrora por la Administración, y que contrario a lograr reivindicar frente a la sociedad costarricense a esta noble y esencial actividad económica, terminaron por sumergirla en la más abyecta crisis.

Atrás, muy atrás, deben quedar los tiempos de las ocurrencias, de la falta de verdaderos procesos integrales en la construcción de políticas públicas, pero sobre todo de comprometida visión modernizante de los actores; esos errores salieron altamente costosos, pues durante el trascurrir de toda esa decadente gestión se generaron estragos, daños y demoliciones al sistema de transporte público que no pueden ahora recomponerse.

La ruta de la modernización del transporte público es lograr la escalabilidad del SINPE-TP en todas las rutas del país. Si como hemos dicho, el problema es la falta de información adecuada, la presencia del pago electrónico resuelve satisfactoriamente bien esa necesidad. Una vez la información es disponible, es optimizable el sistema como un todo, y aquí es donde ganan los usuarios, los empresarios y los reguladores. Nuestra meta debe ser, que cada autobús de ruta regular cuente con un validador para realizar el pago de la tarifa, hacerlo significa llevar progreso no sólo a lo usuarios del sistema, es invitarlos seguir en el y participar de forma activa en su mejoramiento, significa retirar toda duda de la honorabilidad de los empresarios del transporte y de su verdadero compromiso con la transparencia; así como subir los estándares operativos industriales, cuna de las nuevas inversiones y de los modernos modelos de negocio vinculados a la electromovilidad y todas sus bondades.






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