La libre circulación
| Jueves 07 mayo, 2009
La libre circulación
No se justifica la restricción vehicular en el centro josefino, cuando no existe ya el alto precio de los combustibles que, en su momento con cierta lógica, motivó la medida.
Si se prohíbe el ingreso de un porcentaje de vehículos, el tránsito reducirá. Pero ello no significa que la restricción sea eficiente o plausible. Igual la medicina social sería más ágil si pudiera rechazar diariamente un porcentaje de sus recetas y el Poder Judicial no estaría en el caldero que está, con esto del cobro judicial, si los jueces pudieren rehusarse a conocer el veinte por ciento de las demandas.
Cada servicio público debe ser para el disfrute de todos en el momento en que lo necesiten. Lo lógico y eficiente es que puedan ingresar con sus vehículos todos quienes requieran hacerlo al centro capitalino, sin la congoja de que un día a la semana deba recurrirse a servicios alternativos, malos, caros e inseguros, o, peor aún, malos, caros e inseguros.
Nuestro centro capitalino, medido desde el mal llamado anillo periférico, es aún el nervio y motor del país (y de la delincuencia, justo sea reconocerlo), donde muchos debemos ir cotidianamente. O nos decidimos por la tesis de don Johnny, y convertimos el centro en una gran zona peatonal —para deleite de asaltantes, rateros y drogadictos, pienso— o mantenemos las pocas zonas transitables que han perdurado, buscando mecanismos eficientes para que todos podamos usarlas cuando lo necesitamos, sin que el tema se torne caótico.
La tarea del Ministerio de Obras Públicas y Transportes, en vez de empecinarse en restricciones, debería enfocarse a unas pocas medidas verdaderamente eficientes, que agilicen el tránsito de todos.
Quienes recorremos frecuentemente el centro capitalino —hay gente sensata que no lo hace— vemos que cada quien se estaciona donde quiere, sin más amenaza que, media hora después, oír la bocina de una tolerante grúa del tránsito pidiéndole se corra. Peor aún, vemos cómo muchísimos conductores —no sé si desesperados por las “presas” o por conocer la “inteligencia” de los nuevos y descoordinados semáforos— se sitúan debajo de estos durante todo el lapso en que tendría vía el sentido perpendicular; con lo que los vehículos formalmente con vía deben quedarse sin poder pasar; a veces durante tres o cuatro cambios de semáforo.
Situaciones como estas suceden a la vista y paciencia de los inspectores de tránsito, quienes no quiero siquiera pensar en qué otras cosas pudieren estar pensando.
Hoy por hoy el Ministerio gasta decenas de inspectores en colocarse en los sitios más transitados (plena vía de circunvalación, por ejemplo) a detener y sancionar a quienes violaron la prohibición de ingreso, tornando peor el congestionamiento. Si esos inspectores se colocan en el centro, sancionando —no sonando bocinas o pitos— a quienes estacionan en sitio prohibido o se colocan debajo de semáforos, estoy seguro de que la circulación se agilizará, al punto de que todos los que necesitamos ir al centro —y no solo los burócratas de lujo— podamos hacerlo en nuestros autos.
Abogado y notario, gerente de Radio Costa Rica
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