Juventud y desarrollo
| Jueves 30 octubre, 2008
Juventud y desarrollo
El siglo XXI deberá centrarse en asumir que los jóvenes, lejos de ser parte de los problemas, podemos ser parte de la solución a los agudos retos que estamos enfrentando en todos los niveles, en calidad de actores estratégicos del desarrollo. Así, en la sociedad del conocimiento, los jóvenes debemos ser los abanderados del cambio y la modernización social.
Los próximos años serán testigos de la existencia de la mayor generación joven de toda la historia demográfica latinoamericana, que deberá integrarse dinámicamente en el proceso de desarrollo, desde la asunción de roles protagónicos en el impulso de los cambios, que nuestros países deberán procesar inevitablemente; dado que estamos más y mejor preparados para lidiar con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, contando con mucha mayor flexibilidad para adaptarnos a los cambios permanentes que caracterizarán la dinámica futura de nuestras sociedades.
De este modo, podrán tenderse puentes entre los nuevos movimientos juveniles y las políticas públicas destinadas a enfrentar los principales déficits de desarrollo en nuestras sociedades. Por la vía del voluntariado, se logrará incidir positivamente en el creciente distanciamiento entre los jóvenes y la institucionalidad pública, aprovechando la voluntad generosa de cooperación de este segmento poblacional.
Naturalmente, habrá que mantener y acrecentar de manera renovada las políticas públicas destinadas a favorecer la inserción social de los jóvenes, impulsándose desde enfoques integrados, articulados, descentralizados y focalizados, a modo de responder con eficacia y pertinencia a los escollos que aquejan a las nuevas generaciones.
Urge, por tanto, incorporar más y mejor estas temáticas a la reflexión académica, al debate público sobre el desarrollo, al diseño y la implementación de políticas públicas, desestigmatizando a la juventud, apostando a su creatividad y entrega, y abriendo más y mejores espacios para canalizar su participación activa en todos los niveles.
Esto, tomando en consideración las particularidades fundamentales de cada segmento de la juventud: estudiantes, juventud urbana, juventud rural, madres adolescentes, entre otros; en las dimensiones más trascendentales y críticas como son la educación formal y técnica, la capacitación, el trabajo digno, el acceso a los servicios básicos de salud incluida la sexual y reproductiva, prevención y tratamiento del consumo de drogas, facilidades para obtener vivienda, la recreación, la atención de las diversas manifestaciones de violencia, el fomento de emprendimientos productivos y la protección del ambiente.
Entre otras, las prioridades se refieren a la modernización de los partidos políticos, de los sistemas electorales, de representación y de participación popular, en aras de alcanzar estos postulados. En Costa Rica hemos avanzado bastante, pero todavía queda mucho trabajo por hacer.
Tonatiuh Solano Herrera
Politólogo
El siglo XXI deberá centrarse en asumir que los jóvenes, lejos de ser parte de los problemas, podemos ser parte de la solución a los agudos retos que estamos enfrentando en todos los niveles, en calidad de actores estratégicos del desarrollo. Así, en la sociedad del conocimiento, los jóvenes debemos ser los abanderados del cambio y la modernización social.
Los próximos años serán testigos de la existencia de la mayor generación joven de toda la historia demográfica latinoamericana, que deberá integrarse dinámicamente en el proceso de desarrollo, desde la asunción de roles protagónicos en el impulso de los cambios, que nuestros países deberán procesar inevitablemente; dado que estamos más y mejor preparados para lidiar con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, contando con mucha mayor flexibilidad para adaptarnos a los cambios permanentes que caracterizarán la dinámica futura de nuestras sociedades.
De este modo, podrán tenderse puentes entre los nuevos movimientos juveniles y las políticas públicas destinadas a enfrentar los principales déficits de desarrollo en nuestras sociedades. Por la vía del voluntariado, se logrará incidir positivamente en el creciente distanciamiento entre los jóvenes y la institucionalidad pública, aprovechando la voluntad generosa de cooperación de este segmento poblacional.
Naturalmente, habrá que mantener y acrecentar de manera renovada las políticas públicas destinadas a favorecer la inserción social de los jóvenes, impulsándose desde enfoques integrados, articulados, descentralizados y focalizados, a modo de responder con eficacia y pertinencia a los escollos que aquejan a las nuevas generaciones.
Urge, por tanto, incorporar más y mejor estas temáticas a la reflexión académica, al debate público sobre el desarrollo, al diseño y la implementación de políticas públicas, desestigmatizando a la juventud, apostando a su creatividad y entrega, y abriendo más y mejores espacios para canalizar su participación activa en todos los niveles.
Esto, tomando en consideración las particularidades fundamentales de cada segmento de la juventud: estudiantes, juventud urbana, juventud rural, madres adolescentes, entre otros; en las dimensiones más trascendentales y críticas como son la educación formal y técnica, la capacitación, el trabajo digno, el acceso a los servicios básicos de salud incluida la sexual y reproductiva, prevención y tratamiento del consumo de drogas, facilidades para obtener vivienda, la recreación, la atención de las diversas manifestaciones de violencia, el fomento de emprendimientos productivos y la protección del ambiente.
Entre otras, las prioridades se refieren a la modernización de los partidos políticos, de los sistemas electorales, de representación y de participación popular, en aras de alcanzar estos postulados. En Costa Rica hemos avanzado bastante, pero todavía queda mucho trabajo por hacer.
Tonatiuh Solano Herrera
Politólogo