Identidad revelada
| Jueves 20 septiembre, 2007
Identidad revelada
• Matt Damon retoma el papel de un héroe amnésico, en el mejor capítulo de una exitosa trilogía de espionaje
Bourne: el ultimátum
(The Bourne Ultimatum)
Dirección: Paul Greengrass. Reparto: Matt Damon, Julia Stiles, David Strathairn, Scott Glenn. Duración: 1:51. Origen: EE.UU. 2007. Calificación: 7.
Con un clímax explosivo, llega a su conclusión la saga de Jason Bourne, atractivo personaje creado por el novelista Robert Ludlum. Aquí, el conocido actor Matt Damon retoma el papel de un héroe amnésico, quien intenta descubrir su propia identidad, mientras esquiva las embestidas de diferentes asesinos. Es este el mejor capítulo de una exitosa trilogía de espionaje, que desde el principio contó con los favores del público masivo.
Las primeras dos entregas, “Identidad desconocida” (2002) y “La supremacía Bourne” (2004), sumaron más de $500 millones en recaudación. La película conclusiva supera a sus predecesoras bajo todo punto de vista, afinando una fórmula basada en la acumulación de situaciones peligrosas: persecuciones endiabladas, tiroteos, peleas cuerpo a cuerpo, emboscadas y más persecuciones. El suspenso es lo de menos, en el ámbito de una diversión arrolladora, que privilegia la acción furibunda por encima del drama o la introspección.
La intriga está reducida al mínimo indispensable y las sorpresas son escasas. A estas alturas, queda claro que el protagonista es un experto agente secreto, quien por alguna razón fue traicionado por sus superiores. Solo queda por verse cómo hará Bourne para mantenerse con vida y desenmascarar a los culpables. Las escenas de diálogo cumplen una función de enlace, sirviendo apenas para justificar las carreras frenéticas que conforman el relato.
El cineasta Paul Greengrass, quien había sustituido a Doug Liman en el segundo episodio de la serie, vuelve a ocupar la silla de director, encargándose de sostener la tensión y evitar las caídas de ritmo. Greengrass abusa como siempre de la cámara al hombro, el recurso del zoom, los cortes rápidos y los paneos acelerados. No obstante, alcanza su objetivo, impidiendo que el público se distraiga, aun cuando la trama tiende a enredarse inútilmente, en un remolino de complots, planes de asesinatos, atentados terroristas, ataques y contraataques, traiciones, trampas y dobles juegos.
La presencia de actores de peso como Albert Finney, Joan Allen y Scott Glenn, agrega credibilidad a un filme que, a pesar de sus infinitas complicaciones, se resume fácilmente en la lucha individualista de un hombre en contra del sistema. Es un reflejo sintomático de la desconfianza que mucha gente siente hacia las instituciones gubernamentales.
Más allá de su tremendo impacto espectacular, “Bourne: el ultimátum” se demuestra incapaz de profundizar este concepto, limitándose a concretar un entretenimiento sin pretensiones, repleto de sobresaltos y energía.
• Matt Damon retoma el papel de un héroe amnésico, en el mejor capítulo de una exitosa trilogía de espionaje
Bourne: el ultimátum
(The Bourne Ultimatum)
Dirección: Paul Greengrass. Reparto: Matt Damon, Julia Stiles, David Strathairn, Scott Glenn. Duración: 1:51. Origen: EE.UU. 2007. Calificación: 7.
Con un clímax explosivo, llega a su conclusión la saga de Jason Bourne, atractivo personaje creado por el novelista Robert Ludlum. Aquí, el conocido actor Matt Damon retoma el papel de un héroe amnésico, quien intenta descubrir su propia identidad, mientras esquiva las embestidas de diferentes asesinos. Es este el mejor capítulo de una exitosa trilogía de espionaje, que desde el principio contó con los favores del público masivo.
Las primeras dos entregas, “Identidad desconocida” (2002) y “La supremacía Bourne” (2004), sumaron más de $500 millones en recaudación. La película conclusiva supera a sus predecesoras bajo todo punto de vista, afinando una fórmula basada en la acumulación de situaciones peligrosas: persecuciones endiabladas, tiroteos, peleas cuerpo a cuerpo, emboscadas y más persecuciones. El suspenso es lo de menos, en el ámbito de una diversión arrolladora, que privilegia la acción furibunda por encima del drama o la introspección.
La intriga está reducida al mínimo indispensable y las sorpresas son escasas. A estas alturas, queda claro que el protagonista es un experto agente secreto, quien por alguna razón fue traicionado por sus superiores. Solo queda por verse cómo hará Bourne para mantenerse con vida y desenmascarar a los culpables. Las escenas de diálogo cumplen una función de enlace, sirviendo apenas para justificar las carreras frenéticas que conforman el relato.
El cineasta Paul Greengrass, quien había sustituido a Doug Liman en el segundo episodio de la serie, vuelve a ocupar la silla de director, encargándose de sostener la tensión y evitar las caídas de ritmo. Greengrass abusa como siempre de la cámara al hombro, el recurso del zoom, los cortes rápidos y los paneos acelerados. No obstante, alcanza su objetivo, impidiendo que el público se distraiga, aun cuando la trama tiende a enredarse inútilmente, en un remolino de complots, planes de asesinatos, atentados terroristas, ataques y contraataques, traiciones, trampas y dobles juegos.
La presencia de actores de peso como Albert Finney, Joan Allen y Scott Glenn, agrega credibilidad a un filme que, a pesar de sus infinitas complicaciones, se resume fácilmente en la lucha individualista de un hombre en contra del sistema. Es un reflejo sintomático de la desconfianza que mucha gente siente hacia las instituciones gubernamentales.
Más allá de su tremendo impacto espectacular, “Bourne: el ultimátum” se demuestra incapaz de profundizar este concepto, limitándose a concretar un entretenimiento sin pretensiones, repleto de sobresaltos y energía.