Hermanos en pugna
| Jueves 20 septiembre, 2007
Hermanos en pugna
• Los conflictos fratricidas en Irlanda del Norte son plasmados en un robusto drama galardonado en el Festival de Cannes
El viento que acaricia el prado
(The Wind That Shakes the Barley)
Dirección: Ken Loach. Reparto: Cillian Murphy, Pádraic Delaney, Liam Cunningham, Orla Fitzgerald. Duración: 2:07. Origen: Irlanda 2006. Calificación: 8.
Constantemente comprometido con la realidad política y social de su país, el director inglés Ken Loach se caracteriza por un humanismo sincero, que constituye la firme base moral de sus realizaciones. En títulos inolvidables como “Tierra y libertad” (1995) y “Mi nombre es Joe” (1998), Loach se ha esforzado por analizar temas de gran relevancia histórica, desde una perspectiva sobria y rigurosa, y persiguiendo siempre el mismo propósito: la búsqueda de la verdad.
“El viento que acaricia el prado” es un drama robusto, que fue galardonado con la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2006. El cuento emotivo de dos hermanos en pugna se presta para plasmar en imágenes los terribles conflictos que durante muchos decenios ensangrentaron las calles de Irlanda del Norte.
Cillian Murphy y Pádraic Delaney interpretan respectivamente a Damien y Teddy O’Sullivan, quienes deciden tomar las armas para combatir en contra de la dominación británica, en 1920. Al lado de otros jóvenes campesinos provenientes de su misma aldea, ellos emplean tácticas de guerrilla, para atacar a miembros del ejército invasor.
A raíz de una tregua firmada en 1922, se crea el Estado Libre Irlandés, lo cual significa la independencia parcial de la nación, aunque esta sigue siendo parte del Reino Unido. Para algunos, como Teddy, el tratado representa un paso importante en el camino hacia la paz. Otros, incluyendo a Damien, consideran que es necesario seguir peleando hasta obtener la libertad incondicional.
De manera bastante simplista, pero indudablemente eficaz, Ken Loach describe las vivencias de estos dos hermanos, para escenificar simbólicamente el desarrollo de una larga lucha que empezó como un movimiento de liberación y luego se transformó en una guerra fratricida. Así mismo, el autor ilustra de manera elocuente la forma en que cada triunfo de los rebeldes lleva a una mayor represión por parte de las fuerzas de ocupación, generando una interminable espiral de violencia. Como en una tragedia clásica, las relaciones de causa y efecto se pierden en una concatenación de brutalidades insensatas, que no tienen posibilidad de redención.
Enriquecida por una nítida fotografía a colores, una musicalización atenta y actuaciones persuasivas, la cinta ilumina detalles poco claros de la historia reciente, preocupándose por evitar las posiciones maniqueas y mostrando las múltiples facetas del complejo argumento en examen. Si algo se le puede reprochar es el haber llegado a la pantalla de forma tardía, pues otros filmes anteriores cubrieron cuestiones idénticas, a veces incluso de manera más directa y contundente, como es el caso de ”Michael Collins” (1996) o “Golpe a la vida” (The Boxer, 1997).
A pesar de ello, no se puede negar el valor intrínseco de una obra dotada de un profundo sentido crítico y afán de justicia, en grado de estimular reflexiones esenciales, invitando a comprender, asimilar y no olvidar jamás las lecciones del pasado.
• Los conflictos fratricidas en Irlanda del Norte son plasmados en un robusto drama galardonado en el Festival de Cannes
El viento que acaricia el prado
(The Wind That Shakes the Barley)
Dirección: Ken Loach. Reparto: Cillian Murphy, Pádraic Delaney, Liam Cunningham, Orla Fitzgerald. Duración: 2:07. Origen: Irlanda 2006. Calificación: 8.
Constantemente comprometido con la realidad política y social de su país, el director inglés Ken Loach se caracteriza por un humanismo sincero, que constituye la firme base moral de sus realizaciones. En títulos inolvidables como “Tierra y libertad” (1995) y “Mi nombre es Joe” (1998), Loach se ha esforzado por analizar temas de gran relevancia histórica, desde una perspectiva sobria y rigurosa, y persiguiendo siempre el mismo propósito: la búsqueda de la verdad.
“El viento que acaricia el prado” es un drama robusto, que fue galardonado con la Palma de Oro en el Festival de Cannes de 2006. El cuento emotivo de dos hermanos en pugna se presta para plasmar en imágenes los terribles conflictos que durante muchos decenios ensangrentaron las calles de Irlanda del Norte.
Cillian Murphy y Pádraic Delaney interpretan respectivamente a Damien y Teddy O’Sullivan, quienes deciden tomar las armas para combatir en contra de la dominación británica, en 1920. Al lado de otros jóvenes campesinos provenientes de su misma aldea, ellos emplean tácticas de guerrilla, para atacar a miembros del ejército invasor.
A raíz de una tregua firmada en 1922, se crea el Estado Libre Irlandés, lo cual significa la independencia parcial de la nación, aunque esta sigue siendo parte del Reino Unido. Para algunos, como Teddy, el tratado representa un paso importante en el camino hacia la paz. Otros, incluyendo a Damien, consideran que es necesario seguir peleando hasta obtener la libertad incondicional.
De manera bastante simplista, pero indudablemente eficaz, Ken Loach describe las vivencias de estos dos hermanos, para escenificar simbólicamente el desarrollo de una larga lucha que empezó como un movimiento de liberación y luego se transformó en una guerra fratricida. Así mismo, el autor ilustra de manera elocuente la forma en que cada triunfo de los rebeldes lleva a una mayor represión por parte de las fuerzas de ocupación, generando una interminable espiral de violencia. Como en una tragedia clásica, las relaciones de causa y efecto se pierden en una concatenación de brutalidades insensatas, que no tienen posibilidad de redención.
Enriquecida por una nítida fotografía a colores, una musicalización atenta y actuaciones persuasivas, la cinta ilumina detalles poco claros de la historia reciente, preocupándose por evitar las posiciones maniqueas y mostrando las múltiples facetas del complejo argumento en examen. Si algo se le puede reprochar es el haber llegado a la pantalla de forma tardía, pues otros filmes anteriores cubrieron cuestiones idénticas, a veces incluso de manera más directa y contundente, como es el caso de ”Michael Collins” (1996) o “Golpe a la vida” (The Boxer, 1997).
A pesar de ello, no se puede negar el valor intrínseco de una obra dotada de un profundo sentido crítico y afán de justicia, en grado de estimular reflexiones esenciales, invitando a comprender, asimilar y no olvidar jamás las lecciones del pasado.